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POLITICA

Alberto Fernández aseguró que los hematomas de Yáñez son parte de “un tratamiento estético”

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El ex presidente Alberto Fernández negó las acusaciones de violencia de género realizadas por su ex mujer, Fabiola Yáñez, argumentando que el hematoma en su ojo se debió a un “tratamiento estético contra las arrugas”, y no a un golpe, según declaraciones al medio El Cohete a la Luna. Fernández también afirmó que durante las discusiones frecuentes, él se defendía de los golpes que Yáñez le propinaba, lo que explicaría los moretones en sus brazos.

La entrevista completa aún no ha sido publicada porque antes debe publicarse una entrevista previa concedida por Fernández al medio español El País, sin embargo, Horacio Verbitsky, director de El Cohete a la Luna, anticipó partes de la conversación que tuvo con el ex mandatario.

Fernández, en su defensa, señaló que conserva conversaciones con la madre de Yáñez sobre su preocupación por el supuesto alcoholismo de su hija. Además, cuestionó la lógica de las acusaciones, preguntándose por qué Yáñez se sometería a un tratamiento de fertilidad si él la maltrataba, y por qué no existen testimonios de personas a las que ella les hubiera confesado el alegado abuso. También destacó que en sus relaciones anteriores con Marcela Luchetti y Vilma Ibarra, no hubo denuncias de violencia.

Esta no es la primera vez que el ex presidente niega públicamente las acusaciones. Tras la denuncia inicial, Fernández declaró a LA NACION que las acusaciones eran falsas y que planea demostrarlo en la Justicia. A través de un comunicado en sus redes sociales, reafirmó su intención de presentar pruebas y testimonios que, según él, aclararán lo ocurrido.

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Un groupie en la Corte del rey Donald Trump

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“Puede contar con Argentina para llevar a cabo su tarea”, afirmó el presidente argentino, quien además destacó la «formidable victoria electoral» del candidato republicano. ¿Tienen muchas cosas en común Trump y Milei? Posiblemente su puesta en escena disruptiva, su confrontación con la prensa o su desprecio por las instituciones. En términos económicos las distancias son considerables: mientras que el norteamericano apuesta a proteger la economía norteamericana, aún al costo de promover cierta inflación interna, para tratar de recomponer un aparato productivo que viene decayendo considerablemente desde hace décadas, el libertario argento insiste en privilegiar la baja de la inflación, aún al costo de destruir lo que queda de nuestra industria y de nuestro mercado interno.

Mientras que Trump apunta a mejorar los niveles de ingresos de los trabajadores blancos, Milei liquida sin piedad el salario de todos los argentinos, sin importarle su condición étnica. El magnate norteamericano quiere reconstruir la economía norteamericana con los trabajadores de su lado; Milei, en cambio, apunta a convertir a nuestro país en un páramo exportador de materias primas y de energía, generando oportunidades excepcionales para su saqueo por parte de empresarios top, tanto locales como extranjeros.

Sin embargo, y pese a las diferencias, puede afirmarse que ambos resultan complementarios. Uno entregando los insumos que permitan reflotar la industria del otro. De este modo, la recuperación económica norteamericana podría sostenerse, en gran medida, con la enajenación de nuestras riquezas.

Apenas unos años atrás, Milei publicaba en su cuenta de X que “Creer que Trump es liberal es de zurdo burro”. No se equivocaba, ya que el nuevo presidente norteamericano es partidario del estatismo para generar las condiciones para que las empresas norteamericanas se beneficien. El problema consiste en creer que Milei es liberal: sus constantes intervenciones en la economía, la cotización del dólar o su matriz impositiva, que hace caer todo el esfuerzo recaudatorio sobre trabajadores pauperizados, eliminando impuestos sobre los más ricos, define un nivel de estatismo pocas veces igualado en nuestro país. Tanto él como Trump son dos populistas conservadores de derecha, desesperados por el poder, que gobiernan en base al privilegio de los sectores más concentrados.

Para Milei, la victoria de Trump no implica una reafirmación de los valores que dice defender, sino un espaldarazo decisivo para la batalla cultural que ha emprendido. Su triunfo es el de la derecha más conservadora y autoritaria, y así lo dejó en claro al prometer que sería «un dictador desde el día uno» sobre el cierre de la campaña electoral. Que la sociedad norteamericana haya avalado esta promesa nos habla del deterioro que la democracia viene experimentando en todo el mundo.

La oleada reaccionaria que rodea el regreso de Trump a la presidencia de los EE.UU., y que implica un violento avance sobre los derechos de las minorías, de la diversidad y del aborto, encuentra un punto de encuentro con esos mismos objetivos que son el sueño húmedo el Milei. Si tiene éxito en su estrategia de seducción de Trump, Milei podrá salir del aislamiento internacional de su gobierno, y hasta convertirse en su principal aliado en América Latina. No queda tan en claro que, entre las prioridades del nuevo presidente norteamericano ocupe un papel de consideración la pretensión del gobierno argentino de ser beneficiado con una intermediación de Trump para obtener fondos frescos para afrontar sus obligaciones financieras e iniciar un nuevo ciclo de endeudamiento. 

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A diferencia de Milei, Trump contará con mayoría en ambas cámaras. También modificará la posición de los EE.UU. en el conflicto ucraniano, lo que dejaría a Milei tecleando en el aire con relación al posicionamiento adoptado hasta ahora.

El saludo de Javier Milei a Donald Trump en X

Pese a todo, Milei y su gobierno eligen creer que la victoria de Trump es “su” victoria. Tal vez la sea en lo referido a sus métodos y a su virulencia discursiva. Resta saber si un “groupie” es una garantía suficiente para el nuevo gobierno norteamericano, o si habrá algún lugar destacado para la Argentina en su sistema de alianzas internacional. Por ahora todo es incertidumbre, aunque Milei se desgañite afirmando que se abre una gran etapa para nuestro país.

A diferencia de Mauricio Macri, Trump no precisó ser desplazado para retomar su agenda mejor y más rápido. Simplemente supo mantener viva la llama de transformaciones que impulsó en el pasado, y que apenas fue derrotada en 2020 por efecto de la pandemia. Ahora está más fuerte y consolidado que nunca, mientras que Mauricio vive mendigando cargos a través de los medios de comunicación. Para el mundo de falacias que rodea a Milei y a su discurso, el triunfo de Trump resulta esperanzador. Pero la realidad marcha por otros carriles. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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