ECONOMIA
Luis Caputo espera que el Presupuesto 2025 destrabe la venta de los millones de dólares que hay en silobolsas
Por más que Javier Milei haya insistido con el «hito histórico» de pasar a la metodología del presupuesto con déficit cero, el gobierno sigue con dificultad para que el mercado corra la lupa del lugar donde suele enfocarse en los momentos de crisis: la generación de dólares.
Y es ahí donde, para muchos economistas y expertos del comercio exterior, está el mayor punto débil del Presupuesto: no termina de despejar el temor de que durante 2025 se incurra en déficit de la cuenta corriente.
De hecho, se está poniendo en duda tanto el ingreso previsto por exportaciones -con cifras que van a contramano del pesimismo que se vive en el campo- como el costo de las importaciones, porque los economistas ven contradictorio un crecimiento de 5% de la actividad económica con apenas una suba de 13% en las compras de insumos.
Por qué Luis Caputo necesita que ingresen más dólares
Y las divergencias no se limitan a los economistas habitualmente críticos del programa oficial, sino que también alcanzan a los que manifiestan su apoyo. Es el caso del influyente Ricardo Arriazu, quien estimó que las importaciones crecerán un 30% el año próximo.
Hablando en un evento en la Universidad de Córdoba, admitió que esas cifras hacen que sea difícil afrontar el calendario de pagos de la deuda en dólares para el año próximo. «No me dan para pagar los u$s11.000 millones, pero sí los intereses. Para el resto, hay que mirar la política cambiaria y monetaria», afirmó, insinuando que en algún momento habría algún cambio en la rígida línea actual.
Con los números que prevé Arriazu, el año que viene la balanza comercial dejaría un superávit de u$s8.000 millones. Un número considerablemente inferior al saldo de u$s20.748 millones que calculó Toto Caputo.
Las diferencias, en realidad, podrían ser mucho más grandes, dado que, además de la balanza comercial, hay que considerar los dólares que saldrán por el turismo emisivo -hay que recordar que, sin el Impuesto PAIS, se hará mucho más barato vacacionar en el exterior-.
Y esta situación es lo que lleva al mercado a preguntarse cuál es la estrategia política que está detrás de un Presupuesto en el que casi nadie ha expresado confianza.
Luis Caputo mira los millones de dólares que hay en silobolsas
En realidad, ya es parte del folclore político argentino que los presupuestos pequen de optimismo, tanto en la inflación como en el ingreso fiscal y en el saldo de la balanza comercial. Lo han hecho las gestiones de todas las orientaciones políticas, y en la clase política se percibe cierta indulgencia: se explica, por ejemplo, que al subestimar la inflación se busca incidir sobre la expectativa de las empresas y los gremios, para atenuar los factores indexatorios e inerciales de la suba de precios.
Pero, aun así, lo que está ocurriendo este año con el texto que presentó el equipo de Toto Caputo no tiene mucho parangón: la dificultad para explicar las proyecciones es tan grande que los propios funcionarios tuvieron que salir a explicar algunos de los rubros más controversiales. Y el propio Caputo terminó relativizando las cifras al afirmar que lo verdaderamente importante no era la nominalidad de las proyecciones, sino el mensaje político implícito.
Y, para el ministro, esa señal al mercado no se agota en la disciplina fiscal, sino que le interesa remarcar, sobre todo, la continuidad de la política cambiaria. En otras palabras, que no cederá a las presiones devaluatorias.
Es un mensaje con varios destinatarios, desde el FMI hasta los bancos locales. Pero si hay alguien a quien el gobierno le interesa especialmente que haya decodificado el mensaje es el campo: en la medida en que el gobierno sea convincente con el punto de que no hay posibilidades de devaluación, se estimula la liquidación de exportaciones y se desincentiva la guarda del stock en las silobolsas.
Caputo, al ponerle un precio al dólar de diciembre de 2025, ya está adelantando que no habrá devaluación, pero que además no se alterará la política de crawling peg, que bajará a una velocidad promedio de 1,5% mensual. Y, al igualar el deslizamiento del tipo de cambio oficial con el monto previsto para la inflación, está enviando otra señal: que no se agravará el retraso cambiario.
Hay otro mensaje adicional, que resulta antipático pero que también es un desincentivo a retener el stock: no hay que esperar para 2025 una baja en las retenciones. De hecho, el proyecto de presupuesto espera que el año próximo ese impuesto se transforme en uno de los pilares de la recaudación impositiva, ya que significará un 15% de la caja de la AFIP -actualmente representa menos del 10%-. Esa recaudación implica una ponderación similar a la que tenían las retenciones en 2022, un año en el que se registraron precios récord en las materias primas, como consecuencia de la guerra en Ucrania.
¿Podrá el Presupuesto 2025 destrabar la venta de los u$s11.600 millones en silobolsas?
¿Cómo responderán los productores rurales ante estas señales que Luis Caputo incluyó en el proyecto de Presupuesto? De momento, las gremiales agrícolas han dado señales de enojo ante la constatación de que no habrá alivio tributario.
Lo cierto es que este año, aunque no hubo un ingreso masivo de dólares, tampoco se notó una resistencia a liquidar exportaciones, y los analistas hablan sobre un nivel de ventas razonables, apenas por debajo de la media histórica en los meses invernales.
Pero lo cierto es que todavía hay mucha mercadería de la actual campaña que está pendiente de comercialización. Para ponerlo en números, unos 23 millones de toneladas de soja, unos 14,7 millones de maíz y unos 2,9 millones de trigo.
Hablando en plata, a precios de hoy, esto implicaría que en las silobolsas hay soja por u$s8.600 millones, maíz por u$s2.390 millones y trigo por u$s600 millones.
Según cómo se mire, esto puede interpretarse como un potencial tubo de oxígeno para que Caputo afronte los vencimientos de deuda que ya en enero superarán los u$s5.000 millones o que deba afrontar turbulencias cambiarias.
Después de todo, se trata de u$s11.600 millones que el campo debe administrar para los próximos meses. Pero, como siempre ocurre, hay otros factores que entran en juego a la hora de decidir, y que no están bajo el poder de decisión de los funcionarios: principalmente, el clima y los precios internacionales.
En cuanto al primer punto, no hay optimismo. Se espera menos lluvias de las deseables para los próximos meses, con lo cual hay riesgo de que deba corregirse a la baja el volumen de cosecha previsto por menores rindes del suelo.
Y en cuanto a los precios, tampoco hay buenas noticias. A pesar de que en las últimas semanas circularon reportes sobre una tendencia a la suba de las materias primas agrícolas, por dificultades climáticas en Brasil, los expertos no creen que se trate de un fenómeno sostenible en el tiempo.
Más bien, al contrario, el dato que se mira con más atención es el de la buena cosecha estadounidense, con volúmenes récord, lo que hace prever la continuidad de precios bajos para todo el año próximo. Incluso Brasil, que es el que ahora está empujando al alza la cotización de la soja, podría mejorar su producción si, como se prevé, se registran lluvias en octubre.
En definitiva, el gobierno corre el riesgo de que se produzca el mismo mix explosivo del año pasado: una producción argentina afectada por reveses climáticos -además de la baja disposición a invertir por la pérdida de rentabilidad- combinado con un mercado internacional de precios bajos.
De hecho, los u$s374 que cotiza hoy la tonelada de soja en el mercado de Chicago lucen muy bajos en comparación con los u$s458 que mostraba la cotización en el pico de este año, ocurrido en mayo, cuando las inundaciones en el sur de Brasil empujaron los precios. Y ni que hablar si se compara con los u$s538 promedio a los que cotizó la oleaginosa durante el año pasado.
Dólar estable y sin baja de retenciones: malas noticias para el campo
Dólar estable, precios sin señales de poder subir, cero expectativas de baja en las retenciones… Todo eso es un combo de malas noticias para el productor, pero, en el fondo, implican también un desincentivo para retener mercadería, dado que no hay posibilidades de mejorar en el futuro el ingreso que se obtendría hoy. Ese es, al menos, el mensaje entrelíneas del Presupuesto 2025 para el campo.
Aun así, los expertos en el negocio agrícola no creen que se vea una aceleración en las ventas y que, en todo caso, el factor decisivo será la situación financiera de cada productor a la hora de planificar la nueva campaña.
«El productor podría acelerar sus ventas no por la expectativa de la no devaluación, sino por necesidad y ante un costo de crédito alto. La expectativa devaluatoria se diluye, pero no deja de estar presente en el imaginario colectivo de productor. Lo que puede presionar la venta es una baja de precio y la necesidad de liquidez en los meses que vienen», indica, en off the record, uno de los principales analistas del sector.
En definitiva, lo que consideran en el campo es que las previsiones sobre ingreso por exportación sigue siendo una incógnita, porque depende de variables que el gobierno no maneja, y una de ellas es el humor de los productores.
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ECONOMIA
La ambiciosa agenda de Milei para entrar al mundo Trump incluye tema aranceles, petróleo y seguridad estratégica
Petróleo, comercio con aranceles preferenciales, inversiones directas en energía, minería y tecnología, realineamiento estratégico en el nuevo mapa global que quiere dibujar Donald Trump. Todos estos temas figuran en la agenda de Javier Milei, invitado el próximo lunes a la asunción del nuevo presidente estadounidense, un evento que inaugurará un mundo menos amigable para países exportadores.
Si Milei entendió algo, en sus encuentros con el propio Trump y con sus colaboradores más directos, es que el pragmatismo será la consigna de la nueva administración. De manera que, por más que a la hora de los discursos pueda haber sintonía en la ideología liberal -y, sobre todo, en el rechazo a la «cultura woke»-, eso no impide que venga una nueva fase de trabas al comercio. Y su apuesta, en consecuencia, es posicionar a Argentina como un aliado natural de Estados Unidos en la nueva etapa.
En principio, todos los países latinoamericanos interpretaron sus amenazas de guerra comercial con China y de suba generalizada de aranceles como un peligro. La prueba está en la ola de devaluaciones en toda la región, un típico fenómeno que ocurre cuando cambian los flujos de capitales, que corren a refugiarse en el dólar y se produce una caída en los precios de los commodities.
Además, China, supuestamente el principal perjudicado por las políticas de Trump, ya se preocupó por generar un amplio stock preventivo en productos como soja. De esta manera, se adelantó al encarecimiento que supondrá una suba generalizada de aranceles. Y, para los países exportadores como Argentina, implica la perspectiva de precios mediocres en los próximos meses, dado que la relación entre el stock y el consumo nunca fue tan alta: hoy, según cifras del departamento de agricultura estadounidense, se registra en el mundo un excedente de 33%, cuando el promedio en lo que va del siglo es de 25%.
Milei se propone como aliado natural
Milei, que se precia no sólo de tener una buena relación personal con Trump sino hasta de haber inspirado parte de sus nuevas políticas, como el Departamento de Eficiencia Estatal, que tomó como modelo al ministerio de la Desregulación que comanda Federico Sturzenegger, se plantea ahora el desafío de que Argentina no termine arrastrada por los efectos negativos de la ola proteccionista.
La muestra de que apuesta a una receta diferente a la tradicional es que, a contramano de los países de la región, anunció la ralentización del crawling peg a un nivel de 1% mensual. En otras palabras, asume que este año Argentina volverá a tener inflación en dólares, mientras sus vecinos buscan abaratar sus costos.
La jugada de Milei es aprovechar su buena sintonía política para avanzar en un tratado de libre comercio, algo que ya adelantó cuando participó en el acto celebratorio de Trump en la localidad de Mar a Lago, junto a empresarios, políticos y celebrities de la talla de Sylvester Stallone y Elon Musk.
En aquella ocasión, Milei dio un discurso muy elocuente: comparó el momento actual de Occidente con la alianza de las ciudades griegas para frenar el avance del imperio persa en las guerras médicas de hace 2.500 años. Su mensaje fue claro: lo que se viene en el mundo es una instancia histórica, es la pelea por rescatar los valores de occidente, y Argentina quiere jugar un rol protagónico en esa confrontación.
¿Cuál puede ser el rol de Argentina en esa pelea? Algunos puntos son obvios: es el único país grande de la región con un gobierno de derecha y totalmente alineado con Estados Unidos, en un continente donde los referentes son líderes izquierdistas como el brasileño Lula Da Silva, el colombiano Gustavo Petro y la mexicana Claudia Sheinbaum.
La lupa en el Atlántico Sur
Pero no alcanza con ese alineamiento. En el entorno de Milei tienen en cuenta, además, los movimientos que Estados Unidos viene dando desde hace tiempo en términos de seguridad estratégica, y que incluyen el punto de recuperar presencia en el sur global.
De hecho, ya ha presionado para una ruptura de la alianza entre Australia y China, y manifestó su preocupación por el avance chino con su observatorio científico en la Patagonia. Y la presencia de la general Laura Richardson en el extremo sur, acompañada por Milei y con la banda militar entonando la marcha de las Malvinas -«Tras un manto de neblinas no las hemos de olvidar»-, dio una pauta de cuál puede ser la estrategia.
En las últimas semanas, Trump ha levantado polvareda con su propuesta para comprar Groenlandia, sus amenazas sobre anexiones de territorio canadiense, su exigencia de que el golfo de México sea rebautizado como «de América» y su pretensión de tener el control absoluto del canal de Panamá.
Más allá del grado de seriedad con el que se tomen estas declaraciones, que en la prensa europea han dado más lugar a memes de redes sociales que a debates políticos, lo que queda en evidencia es que Estados Unidos está preocupado por retomar un control territorial y acceso en las principales rutas comerciales.
El Atlántico Sur no es ajeno a ese contexto. Y es lo que lleva a analistas a plantear que Milei puede sacar rédito de su posición geográfica y su acceso a la Antártida. Incluso, hasta hay debates sobre si este es el momento adecuado para un avance diplomático sobre la cuestión Malvinas.
La ambigua relación con Venezuela
Mientras tanto, en la Cancillería argentina se intenta interpretar cuáles serán los criterios de la política exterior de Trump. Y, en principio, hay un ejemplo claro de que el pragmatismo y el interés interno serán las reglas básicas. Ese ejemplo es Venezuela.
En contra de lo que muchos suponían, Trump se ha cuidado de tener gestos amenazantes hacia el régimen de Nicolás Maduro. No recibió a Edmundo González Urrutia cuando éste realizó su gira continental, y salvo la advertencia sobre la seguridad de los venezolanos residentes en Estados Unidos y la dirigencia opositora en Venezuela, no ha dado muestras de tomar medidas directas.
Desde ya, una intervención militar no entra en el cálculo de nadie. Ni tampoco un embargo petrolero, algo que enfrentaría a Trump con la poderosa Chevron -que, como todas las petroleras, apoyaron financieramente su campaña electoral-. Chevron está extrayendo crudo venezolano desde que Estados Unidos alivió sus sanciones comerciales. En los últimos dos años las exportaciones de petróleo venezolano a EEUU se triplicaron.
Y ese dato es clave, porque colocó a Venezuela como tercer proveedor petrolero de Estados Unidos, un país que, aunque ha disminuido su dependencia externa en materia energética, sigue importando una media de 2.400 millones de barriles diarios.
La situación se hace más compleja por la amenaza de Trump de aplicar aranceles a importaciones canadienses, incluyendo fertilizantes muy usados por los farmers americanos. Esto derivó en la posibilidad de un boicot petrolero canadiense. La situación es particularmente grave, porque los expertos en la materia dicen que, por sus niveles de azufre, el petróleo de Canadá no es fácilmente sustituible por otros tipos de crudo, como el shale oil que Trump está incentivando, para enojo de los ambientalistas.
Trump quiere bajar la nafta
Lo cierto es que Trump basó su campaña electoral en la necesidad de bajar los precios de la energía. Y los analistas creen que el objetivo de fondo es que esa baja compense la mayor presión inflacionaria que se genere por la «guerra comercial» con China.
Hasta hace pocos días, la visión generalizada del mercado era que Trump conseguiría su objetivo, porque el mercado global mostraba una oferta que superaba ampliamente la demanda. Se llegó a hablar de un precio en torno de los u$s50 por barril, desde los u$s71 que se registraban cuando Trump fue electo presidente.
Había motivos de sobra para pensar en una caída. El freno en la economía china era un factor central en ese análisis, porque se trata de uno de los principales consumidores de hidrocarburos, además, está en pleno proceso de transición al transporte eléctrico.
Puesto en números, se prevé que en 2025 haya, todos los días, un exceso de un millón de barriles de crudo. Para un país productor, lo peor que puede ocurrir en un momento así es que haya un aumento en la oferta, porque producirá un desplome de los precios.
Y eso es precisamente lo que está ocurriendo. La Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) tiene previsto agregar, el año próximo unos 180.000 barriles por día. Los expertos señalan que, aun cuando en la próxima reunión los jefes de la OPEP cambiaran totalmente de plan y decidieran no aumentar la oferta, igualmente habría un excedente que, en el segundo y cuarto trimestre del año, sería particularmente grave, de casi 1,5 millones de barriles diarios.
Sin embargo, en los últimos días se registró un movimiento al alza, con el petróleo tocando los u$s80, en parte por las dudas desatadas por la propia política internacional de Trump.
La apuesta a Vaca Muerta y el tratado comercial
¿Cómo encaja Argentina en este nuevo esquema global? La estrategia de Milei es de alineamiento en todos los planos: además del ideológico -expresado en foros como el de Davos, por ejemplo- y de la apertura de la presencia estadounidense en el Atlántico Sur, espera un incremento del comercio bilateral.
Lo que en la Cancillería argentina creen es que, en realidad, Trump no aplicará barreras comerciales uniformes sino que las usará como un mecanismo de premios y castigos, y que en ese marco Argentina quedaría beneficiada frente a otros competidores.
Pero, sobre todo, la apuesta de Milei es a la radicación de inversiones directas. Como afirman los analistas internacionales, en el nuevo contexto global se sustituirá el «offshoring» por el «friendshoring». Esto es: ya no la localización de plantas industriales o centros logísticos en puntos distantes que se destacan por su bajo precio, sino priorizar la provisión desde países confiables. En el entorno de Milei presumen que Argentina cumple esas condiciones.
Además, si el petróleo está en el centro de las preocupaciones de Trump, Argentina tiene también un rol para jugar. Aunque todavía está lejos de los niveles de producción de las grandes potencias, ya los expertos estadounidenses han puesto la lupa sobre el potencial de Vaca Muerta.
Los expertos prevén que este año podría exportar petróleo por u$s13.000 millones y que en cinco años esa cifra llegaría a u$s30.000, gracias a una producción estimada de 1 millón de barriles de petróleo y más de 250 millones de metros cúbicos de gas por día. De esa manera, el sector energético estaría cerca de superar al campo como primer proveedor de divisas. Se trata de un cambio de fondo, porque Estados Unidos, que en el plano agrícola es competidor de Argentina, se convertiría en su comprador de excedente energético.
No es de extrañar, en consecuencia, que en el marco del sistema RIGI, Argentina esté tratado de intensificar la llegada de inversores externos que potencien al sector energético. En un mundo en plena reconfiguración, Milei cree que tiene su gran oportunidad en los lobbies de Washington, donde se le empiezan a abrir puertas.
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