INTERNACIONAL
Los norcoreanos detrás de Global Seafood: trabajo en cautiverio, jornadas de 16 horas y abusos sexuales
En febrero de 2023, Donggang Jinhui Food, una empresa procesadora de marisco de Dandong (China), celebraba una fiesta. Había sido un año de éxitos: la sociedad había inaugurado una nueva factoría de gran tamaño en sus instalaciones de la ciudad y había duplicado la cantidad de calamares que exportaba a Estados Unidos. Los vídeos del acontecimiento, publicados en Douyin, la versión china de Tiktok, muestran cantantes, instrumentistas, bailarines, fuegos artificiales y luces estroboscópicas. Un aspecto crucial del éxito de la empresa había sido su utilización de trabajadores norcoreanos, enviados por el Estado a trabajar en fábricas chinas, en condiciones de cautiverio, para ganar dinero para su Gobierno.
Los vídeos publicados por la compañía muestran máquinas rotuladas en coreano y a los trabajadores explicando también en coreano cómo limpiar y pesar los calamares. En la fiesta, la empresa reprodujo canciones de pop muy conocidas en Pyongyang, como La gente trae gloria a nuestro partido, escrita por el poeta laureado de Corea del Norte Yun Du-gun, e Iremos al monte Paektu, una referencia al lugar de nacimiento de Kim Jong-Il, el mitificado líder del país fallecido en 2011. Entre el público, decenas de trabajadores se balanceaban al ritmo de la música, ondeando diminutas banderas norcoreanas.
Uno de los vídeos proyectados durante el acto incluía imágenes de drone de su recinto amurallado de 8,5 hectáreas, que cuenta con instalaciones de procesamiento y almacenamiento en frío y una residencia de siete pisos para los trabajadores. En él se destacaba el aumento de la clientela de la empresa en Occidente y se mostraba una amplia gama de certificaciones occidentales, de empresas como el Marine Stewardship Council y Sedex.
Un comerciante de marisco que trabaja con la empresa calcula que actualmente emplea entre 50 y 70 trabajadores norcoreanos; los artistas de la fiesta llevaban los colores de Corea del Norte y la bandera del país ondeaba detrás de ellos. Cuando las imágenes se publicaron en Internet, el autor de un comentario –aparentemente perplejo, porque es ilegal que las empresas chinas empleen mano de obra norcoreana– preguntaba: “¿No tenéis prohibido grabar esto?”.
Las instalaciones de Jinhui, como muchas otras, dependen enormemente de un amplio programa de trabajo forzado norcoreano. Este está dirigido por un organismo secreto del Gobierno llamado Sala 39, que financia todo tipo de actividades ilícitas en el extranjero, desde el blanqueo de dinero a ciberataques, según el Departamento de Estados de EE UU. Corea del Norte comenzó a enviar trabajadores a China en cantidades significativas en 2012; ese año, más de 40.000 coreanos recibieron visados especiales.
Una parte de sus salarios se la queda el Gobierno, que de esta manera financia las actividades de la Sala 39 y proporciona una fuente vital de divisas para el régimen. Naciones Unidas calculaba en 2017 que el país ingresaba entre 1.200 y 2.300 millones de dólares anuales a través del programa (entre 1.009 y 2.125 millones de euros, aproximadamente).
Aquel año, después de que Corea del Norte llevara a cabo pruebas con armas nucleares, Naciones Unidas impuso varias sanciones, y declaró ilegal que las empresas extranjeras utilizaran trabajadores norcoreanos, asumiendo que su trabajo es forzado y sus salarios financian al régimen. Ese mismo año, Estados Unidos aprobó la estricta Ley para Contrarrestar a Adversarios de Estados Unidos Mediante Sanciones (CAATSA, por sus siglas en inglés), que impone fuertes multas a las empresas que importan productos vinculados a la mano de obra norcoreana.
La ley establece una “presunción refutable” que califica el trabajo realizado por norcoreanos como trabajo forzado, a menos que se demuestre lo contrario. No obstante, China ha seguido importando en masa trabajadores norcoreanos, que proporcionan mano de obra barata; según cálculos del Departamento de Estado estadounidense, actualmente hay más de 100.000 trabajando en el país. Suelen estar empleados en empresas de construcción, fábricas textiles y compañías de software. Y muchos también procesan pescado y marisco. En 2022, según un recuento del Gobierno chino publicado accidentalmente en internet, había hasta 80.000 trabajadores norcoreanos solo en la ciudad de Dandong, centro neurálgico del sector pesquero.
Este año, me puse en marcha con un equipo de investigadores para documentar el empleo de norcoreanos en este sector. Revisamos documentos gubernamentales filtrados, material promocional de empresas, imágenes por satélite, foros en línea y noticias locales. Visionamos centenares de vídeos de teléfonos móviles publicados en Douyin, Bilibili (un sitio chino para compartir vídeos) y WeChat (una popular plataforma china de mensajería). En algunos, se hablaba explícitamente de la presencia de norcoreanos; en otros casos, pedimos a expertos que revisaran las imágenes en busca de acentos norcoreanos, uso del idioma y otros marcadores culturales.
Informar en China resulta muy difícil para los reporteros occidentales, pero enviamos investigadores chinos a visitar fábricas, hablar con los directivos y filmar las líneas de producción. También envié en secreto, a través de intermediarios, preguntas a 20 trabajadores y cuatro directivos norcoreanos sobre su estancia en las fábricas chinas.
Los trabajadores, en su mayoría mujeres, relataban un amplio patrón de cautiverio y violencia en las fábricas. Cuentan que vivían retenidos en recintos rodeados de alambradas de espino, bajo la vigilancia de agentes de seguridad. Varios describían además las bofetadas y puñetazos que les propinaban los encargados por no trabajar lo suficiente o no seguir las órdenes, y que eran sometidos a severos castigos si intentaban escapar.
“A menudo advertían de que, si pillaban a alguno huyendo, le matarían sin dejar rastro”, escribía un trabajador. Otra de sus compañeras narraba: “El momento peor y más triste fue cuando me obligaron a mantener relaciones sexuales cuando nos llevaron a beber”. Casi todas ellas declaraban haber sufrido agresiones sexuales a manos de sus jefes.
En total, identifiqué al menos 15 centros de procesamiento de pescado y marisco que, en conjunto, han utilizado a más de mil trabajadores norcoreanos desde 2017. Gran parte del pescado y marisco procesado en estas factorías acaba después en Estados Unidos. China niega oficialmente que estos trabajadores estén en el país. Pero su presencia es un secreto a voces. “Son fáciles de distinguir”, escribía un residente de Dandong en un comentario en Bilibili. “Todos llevan uniformes, tienen un líder y obedecen órdenes”.
A finales de 2023, un investigador de mi equipo encontró en una instalación china llamada Donggang Haimeng Foodstuff a un gerente norcoreano sentado ante un escritorio de madera con dos banderitas, una de China y otra de Corea del Norte. Las paredes, tras el escritorio, estaban vacías, excepto por dos retratos de los anteriores líderes norcoreanos, Kim Il Sung y Kim Jong Il. El gerente llevó al investigador a la cafetería de empleados para que comiera un plato norcoreano de fideos fríos llamado Naengmyeon, y luego le enseñó la planta de procesamiento.
Allí, varios centenares de mujeres norcoreanas vestidas de pies a cabeza con uniformes rojos, delantales rosas y botas de lluvia blancas estaban en pie, hombro con hombro, alrededor de unas largas mesas metálicas bajo unas luces fuertes, encorvadas sobre cestas de plástico de marisco donde cortaban y clasificaban a mano los productos. La fábrica ha exportado miles de toneladas de abadejo a importadores que abastecen a grandes minoristas estadounidenses, como Walmart y ShopRite. (Ni Walmart ni ShopRite respondieron a las solicitudes de comentarios al respecto).
China se esfuerza por ocultar a toda costa el empleo de trabajadores norcoreanos. A finales de noviembre, después de que los investigadores de mi equipo visitaran varios centros de procesamiento pescado de Dandong, las autoridades locales distribuyeron panfletos con severas advertencias. Uno de ellos señalaba: “Las personas que intenten ponerse en contacto con trabajadores norcoreanos, o acercarse a los lugares de trabajo de estos, serán tratadas como si participaran en actividades de espionaje que ponen en peligro la seguridad nacional y serán castigadas severamente”. Aquellos que colaboraran con medios de comunicación extranjeros, también avisaban, se enfrentarían a cargos en virtud de la Ley contra el Espionaje.
Dandong, una ciudad de dos millones de habitantes, está situada a orillas del río Yalu, que bordea la frontera entre China y Corea del Norte. El puente de la Amistad Sinocoreana une Dandong con la ciudad norcoreana de Sinuiju. Un segundo puente, bombardeado durante la guerra de Corea, solo cruza parcialmente el río y sirve de mirador para que los residentes chinos puedan observar a los norcoreanos que viven a menos de 600 metros. El puente de la Amistad es una de las pocas puertas de entrada del Reino Ermitaño al resto del mundo; cerca del 70% de todas las mercancías intercambiadas entre los dos países viajan a través de él.
Los grandes almacenes de Dandong guardan listas de los productos preferidos por los clientes norcoreanos. Las tiendas de recuerdos venden ginseng norcoreano, cerveza y cigarrillos de la marca 7.27 (que hace referencia a la fecha en que se firmó el armisticio en la Guerra de Corea). La ciudad alberga un museo sobre la guerra, llamado oficialmente Sala Conmemorativa de la Guerra para Resistir la Agresión de Estados Unidos y Ayudar a Corea. En las excursiones en barco, los turistas chinos compran bolsas de galletas para lanzárselas a los niños del lado norcoreano del río.
El Gobierno de Kim Jong-un selecciona cuidadosamente a los trabajadores para enviarlos a las fábricas de Dandong y otros lugares de China. El proceso suele estar supervisado por funcionarios de la Sala 39, que valoran la lealtad política de los solicitantes para reducir el riesgo de deserciones.
A los candidatos se les examina incluso por su estatura: el país padece desnutrición crónica y el Estado prefiere candidatos que midan más de 1,65 metros, para evitar la vergüenza oficial de ser representado en el extranjero por personas de baja estatura. (El Gobierno norcoreano no respondió a las solicitudes de comentarios para este artículo).
Una vez seleccionados, los solicitantes reciben formación previa, que puede durar un año y a menudo incluye clases impartidas por el Gobierno que abarcan desde las costumbres y la etiqueta chinas hasta las “operaciones enemigas” y las actividades de los servicios de espionaje de otros países.
El Departamento de Pesca de Corea del Norte se coordina con el Ministerio de Recursos Humanos y Seguridad Social de China para enviar trabajadores a las empresas marisqueras chinas. (Estos organismos tampoco respondieron a las solicitudes de comentarios).
La logística suele correr a cargo de empresas privadas chinas de “envío”, y las colocaciones a veces se negocian por internet. En un vídeo publicado en Douyin el pasado mes de septiembre, por ejemplo, un usuario anunciaba la disponibilidad de 2.500 norcoreanos que “querían encontrar algún trabajo manual”.
El autor de un comentario preguntaba si podrían enviarlos a fábricas pesqueras al otro lado de la frontera, en Dandong, y el autor aceptó. Otra publicación anunciaba no hace mucho la disponibilidad de 5.000 trabajadores norcoreanos y recibió 21 respuestas. “¿Hay algún jefe que sepa hablar mandarín?”, preguntaba un interesado, a lo que el autor del post respondía: “Hay un jefe de equipo, gestores y un traductor”.
Los puestos de trabajo en China son muy codiciados en Corea del Norte, porque suelen ir acompañados de contratos que prometen un salario mensual de 270 dólares, frente a los tres dólares al mes que se pagan por un trabajo similar en Corea del Norte. Los trabajadores seleccionados firman contratos de dos o tres años. Pero cuando llegan a China, los gerentes suelen confiscarles los pasaportes. Si los trabajadores intentan escapar o quejarse a personas ajenas a las fábricas, sus familias pueden sufrir represalias.
En las fábricas, los trabajadores norcoreanos llevan uniformes de un color diferente al de los trabajadores chinos. “Sin esto”, me escribía un director de planta que trabajó en Donggang Jinhui Food durante varios años, “no podemos saber si uno desaparece”.
El trabajo en sí es incesante. Los turnos en las factorías de marisco son de entre 14 y 16 horas. Los empleados tienen hasta un día libre al mes y pocas vacaciones o días por enfermedad, si es que tienen alguno. Las mujeres duermen en literas en dormitorios cerrados, a veces 30 por habitación.
Tienen prohibido sintonizar la televisión o la radio locales y salir del recinto de la fábrica sin compañía. El correo es examinado por agentes de seguridad norcoreanos que también “vigilan la vida cotidiana y presentan informes oficiales”, me escribía un director de planta que pasó varios años en las instalaciones de Dalian Haiqing.
En realidad, los trabajadores suelen percibir menos del 10% del salario que se les promete en sus contratos. Uno de ellos, al que tuvimos acceso, estipulaba que se descontarían 40 dólares cada mes para pagar la comida; además de dinero para pagar la electricidad, el uso de los dormitorios, la calefacción, el agua, el seguro y los pagos por “lealtad” al Gobierno. Lo que queda suele ser menos de 30 dólares al mes.
El Ministerio de Asuntos Exteriores chino no ha respondido a nuestras preguntas para este artículo. Sin embargo, en el pasado, el Gobierno ha rebatido las críticas por su relación con Corea del Norte. El embajador chino escribió el año pasado en una carta a Naciones Unidas que China ha acatado las sanciones, pese a haber sufrido “grandes pérdidas” por ello. También insistía en que se han llevado a cabo “investigaciones exhaustivas” sobre las acusaciones de incumplimiento.
Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores declaró además que China y Corea del Norte siempre han sido “amigos cercanos”, y añadió: “Estados Unidos debe reflexionar sobre sus errores, asumir sus responsabilidades, dejar de imponer sanciones y [aplicar] disuasión militar, y tomar medidas prácticas para reanudar un verdadero diálogo.”
Nuestra investigación descubrió que uno de los mayores procesadores de pescado blanco del mundo, Dalian Haiqing Food, utiliza mano de obra norcoreana. Encontramos entre 50 y 70 trabajadores norcoreanos en sus instalaciones. Unos de ellos, que lleva varios años trabajando en Haiqing, relataba: “Lo peor fue cuando obligaron a las trabajadoras vírgenes a prostituirse, alegando que tenían que cumplir las cuotas establecidas por el Estado para ganar divisas”.
En este link pueden consultar, en inglés, la correspondencia que The Outlaw Ocean Project ha intercambiado con todas las compañías nombradas en sus investigaciones sobre la industria pesquera china.
Corea del Norte no solo exporta a sus trabajadores. También exporta pescado capturado en sus aguas, otro medio por el que el Gobierno se asegura divisas. Las empresas chinas suelen comprar este pescado, porque tiende a ser más barato que el capturado en aguas chinas.
A veces, los barcos chinos pagan licencias ilegales para pescar en aguas norcoreanas. Otras veces, compran pescado en el mar, a barcos norcoreanos. Una carta de un comerciante norcoreano a una empresa pesquera china, filtrada en 2022, proponía vender 10.000 toneladas de calamar por 18 millones de dólares y 500 toneladas de gasóleo para barcos. Y, en algunas ocasiones, el marisco se transporta en camiones a China. Todo este comercio es un secreto a voces.
El pasado octubre, un chino que decía llamarse Anji colgó un vídeo en Douyin anunciando cangrejos. Cuando un usuario escribió: “La mercancía no se puede enviar”, Anji respondió con emojis de risa. Anji explicó que dirigía una planta de procesamiento en Corea del Norte, mostrando su pasaporte chino y una tarjeta de residencia norcoreana, y dando información actualizada sobre los envíos que tenía previsto transportar en camión a través de la frontera.
Contactado por nuestro equipo, Anji asegura que dejó de importar marisco norcoreano en 2016 –aunque estos vídeos se publicaron en 2023– y añade: “No es asunto suyo, y no me importa quién sea”. El año pasado, un trabajador de un barco en un puerto de Dandong declaró a una cadena de noticias surcoreana: “El 80% de los productos marinos del muelle proceden de Corea del Norte.”
Las empresas suelen afirmar que cumplen las normas laborales porque han superado “auditorías sociales”, realizadas por empresas que inspeccionan los centros de trabajo con el fin de detectar abusos. Pero estas auditorías son de dudoso valor. La mitad de las fábricas que utilizaban trabajadores norcoreanos estaban certificadas por el grupo de sostenibilidad Marine Stewardship Council, que solo concede la certificación si las empresas superan auditorías sociales u otras evaluaciones realizadas por terceros. Jackie Marks, responsable de relaciones públicas del MSC, asegura que esas auditorías sociales las realiza un tercero, no la propia organización.
El escepticismo ante este tipo de auditorías es cada vez mayor. En 2021, el Departamento de Estado de EEUU afirmó que las auditorías, especialmente en China, no son eficaces para detectar el trabajo forzado porque los auditores dependen de traductores del Gobierno y rara vez hablan directamente con los empleados. Los auditores también son reacios a enfadar a las empresas que los han contratado y los trabajadores se enfrentan a represalias si denuncian abusos.
Chris Smith, congresista estadounidense y especialista en China, señala: “Las auditorías sociales en las plantas de China crean un pueblo Potemkin [falsa fachada que intenta hacer que la realidad es mejor de lo que es], y las empresas marisqueras estadounidenses que se prestan a ellas deberían saberlo. La consecuencia es que millones de dólares, incluso federales, van a parar a factorías chinas que utilizan trabajadores norcoreanos, y ese dinero va a parar directamente a manos del régimen de Kim Jong-un, que lo utiliza para armar a nuestros adversarios y reprimir a su propio pueblo.”
A finales del año pasado, hice un esfuerzo por comunicarme más directamente con algunos de los trabajadores norcoreanos que se han visto atrapados en el programa. Los periodistas occidentales tienen prohibida la entrada en Corea del Norte, y los ciudadanos del país tienen estrictamente prohibido hablar con los reporteros. Por eso contraté a un equipo de investigadores en Corea del Sur y China que ayudan a los medios de comunicación locales y occidentales a informar sobre las condiciones en Corea del Norte.
Tienen contactos en Corea del Norte a los que recurren para sacar información del país, como han hecho en el pasado, cuando revelaron la escasez de alimentos, los cortes de electricidad en el país y las pintadas contra el Gobierno. A través de ellos, recopilamos una lista de dos docenas de norcoreanos que habían sido enviados a China, la mayoría de los cuales han regresado a su país; los trabajadores y directivos eran de distintas edades, procedían de diversas regiones del país y habían trabajado en al menos media docena de fábricas chinas.
Redacté una lista de preguntas y se las envié, a través de los investigadores, a sus contactos en Corea del Norte. Estos lograron entrevistarlos en secreto, individualmente para que ninguno conocieran la identidad de los demás ni lo que decían. Las reuniones solían tener lugar en campos abiertos, parques o en la calle, donde es más difícil que los agentes de seguridad utilicen micrófonos de vigilancia.
A todos los trabajadores se les dijo que sus respuestas serían compartidas públicamente por un medio periodístico estadounidense. Se enfrentaban a un riesgo considerable, ya que, según los expertos, si les descubría probablemente serían ejecutados y sus familias enviadas a campos de prisioneros. Pero accedieron a hablar porque creen que es importante que el resto del mundo conozca lo que está ocurriendo.
Nuestros contactos norcoreanos transcribieron a mano sus respuestas, hicieron fotos y las enviaron, mediante herramientas encriptadas en línea y teléfonos por satélite, a los investigadores, que a su vez me las enviaron a mí. (Los trabajadores y directivos de China fueron entrevistados de forma similar).
Debido a estas capas de protección, es, por supuesto, imposible verificar completamente el contenido de las entrevistas. Pero hice que unos expertos revisaran las respuestas para asegurarme de que concuerdan con lo que se sabe sobre el programa de transferencia de mano de obra y con las entrevistas a desertores norcoreanos. (Más de dos meses después de concluir este proceso, nuestro equipo comprobó cómo estaban los entrevistadores y los entrevistados, y todos seguían a salvo).
En sus respuestas, los empleados describen un trabajo agotador, en fábricas malolientes y un ambiente de violencia habitual. “Nos daban patadas y nos trataban como a seres infrahumanos”, escribía una trabajadora que pasó cuatro años en una fábrica de marisco de Dandong. Pregunté a todas las mujeres si podían recordar algún momento feliz. La mayoría dijo que no había habido ninguno, pero casi todas tenían momentos tristes que contar. Una confesaba que su experiencia en una fábrica china hizo que “deseara morir”.
El patrón más llamativo era la descripción que hacían las mujeres de los abusos sexuales en las plantas.
De 20 trabajadoras entrevistadas, 17 señalaron que habían sido agredidas sexualmente por los jefes de planta. “Cuando no se salía con la suya [sexualmente], se enfadaba y me daba patadas”, decía una de su superior. Otras tres aseguraban que sus jefes las habían obligado a prostituirse.
“Siempre que pueden, flirtean con nosotras hasta la náusea y nos obligan a mantener relaciones sexuales por dinero, y es aún peor si eres guapa”, contaba una mujer que trabajó en Dalian Haiqing Food durante varios años.
Una antigua empleada de la planta de Jinhui afirma: “Incluso cuando no había trabajo durante la pandemia, el Estado exigía fondos por lealtad en divisas, así que los directivos obligaban a las trabajadoras a vender sus cuerpos”. En 2023, dos mujeres norcoreanas que trabajaban en fábricas textiles se suicidaron.
A finales de 2023, los Gobiernos chino y norcoreano empezaron a negociar el envío de la siguiente oleada de trabajadores a las fábricas chinas. Según Hyemin Son, una desertora norcoreana que trabaja para Radio Free Asia, los intermediarios laborales norcoreanos pedían a las empresas chinas un anticipo de unos 130 dólares por trabajador. El precio había subido, le dijo un intermediario laboral, porque “las empresas chinas no pueden operar sin mano de obra norcoreana”.
Este reportaje se ha realizado en colaboración con The Outlaw Ocean Project, con información de Joe Galvin, Maya Martin, Susan Ryan, Jake Conley, Austin Brush y Daniel Murphy.
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