La aceleración de la crisis climática sigue desconcertando a la comunidad científica. Y la Antártida, un ecosistema que parecía inalterable al calentamiento global, empieza a arrojar alarmas «muy preocupantes», a juicio de los expertos. 

El hielo marino de este continente experimenta la extensión invernal más baja jamás registrada, según los datos preliminares del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo de EE. UU. (NSIDC), que recoge la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su último informe.

Por primera vez desde el registro satelital (desde 1979) la extensión máxima -la que ocurre al finalizar el invierno- se mantuvo por debajo de los 17 millones de kilómetros cuadrados. 

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La reducción es «alarmante», según los científicos que desde hace años monitorean esta superficie: un millón de kilómetros cuadrados por debajo del mínimo récord anterior en 2022, lo que equivale al tamaño de Egipto, para dimensionar el alcance de la pérdida.

 Esta ausencia de hielo marino antártico está asociada con «una temperatura de la superficie del mar inusualmente cálida en todo el Océano Austral» y por una «temperatura superficial atmosférica más cálida en gran parte de la Antártida Oriental». También por «el ajuste asociado de la circulación atmosférica a gran escala sobre la Antártida», explica el informe de la OMM.

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El desconcierto de los científicos de la Vigilancia de la Criosfera Global de esta organización es por la «magnitud» de la diferencia con respecto a la evolución estacional histórica.

Ante estos «inesperados» datos, los expertos están intentando descifrar si esto es «parte de la variabilidad normal alrededor del continente helado azotado por el viento» o si, por el contrario, se trata  «del comienzo de un estado nuevo y preocupante como resultado del exceso de gases de efecto invernadero en la atmósfera y en los océanos».

Lo más probable es que septiembre de 2023 también sea un promedio mensual mínimo récord y se convierta en la extensión media de hielo invernal más baja jamás observada en la Antártida

 «El déficit de hielo marino de la Antártida en 2023 tendrá impactos directos en el clima y los ecosistemas, tanto cercanos como lejanos, incluso en latitudes más bajas, que albergan a la mayoría de la población humana y sus intereses económicos», explica Petra Heil, experta de la División Antártica de Australia e integrante de la OMM. 

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La enorme extensión de hielo glacial de la Antártida y la capa de hielo marino circundante, explican los científicos, «son fundamentales para regular el clima» del planeta debido a que refleja la energía del sol hacia la atmósfera y el espacio. 

Por el contrario, «la oscura superficie del océano absorbe la mayor parte de la energía entrante del sol». Por lo tanto, una menor cantidad de hielo marino contribuye al aumento de las temperaturas, acelerando así «un círculo vicioso».

«Existe una creciente preocupación por los rápidos cambios en la criosfera: el derretimiento del hielo marino, las capas de hielo y los glaciares», alerta Omar Baddour, jefe de vigilancia climática de la OMM. «La caída del hielo marino de la Antártida este año ha sido realmente dramática. Lo que sucede en la Antártida y el Ártico afecta a todo el planeta», agrega.

 El investigador señala que «hasta hace relativamente poco tiempo se pensaba que la Antártida era relativamente estable». Los datos de 2022 y 2023 reflejan que esta realidad está cambiando. La anomalía es de «de más de tres desviaciones estándar».

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«La extensión media mensual del hielo marino ha sido la más baja registrada en los meses de enero, febrero, mayo, junio, julio y agosto de 2023 en el registro de datos de 45 años. Lo más probable es que septiembre de 2023 también sea un promedio mensual mínimo récord y se convierta en la extensión media de hielo invernal más baja jamás observada en la Antártida», alerta Thomas Lavergne del Instituto Meteorológico Noruego.

Los niveles extremadamente bajos de la extensión del hielo antártico puede estar indicando que «el sistema físico esté cambiado a otro estado».  Se trata de un acontecimiento extremo extraordinario y muy preocupante», sentencia Gorm Dybkjær, miembro del Instituto Meteorológico de Dinamarca.