¿Cómo se abraza una tumba? Son las 8:42 de la mañana y en el cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas, el frío hace que las gotas de lluvia se congelen en granizo. Faltan minutos para que lleguen los familiares de los caídos en la guerra, cuyos restos yacen enterrados en esta colina, al pie de un imponente cenotafio, bajo el manto de la Virgen de Luján. Lo que va a suceder es difícil de describir con palabras. Decir que es emocionante sería un lugar común.
Es un reencuentro, para algunos el primero después de 42 años de dolor. También es una despedida, varios padres y madres de soldados tienen entre 85 y 95 años, y saben que hoy dirán adiós hasta reencontrarse, más temprano que tarde, del otro lado de la vida, para quienes son creyentes. Y también es un sueño cumplido para los nietos y sobrinos que en este helado, gris y horrible despertar del miércoles 4 de diciembre conocerán al familiar del que tanto les hablaron desde pequeños, el héroe que dio la vida por defensa a la Patria.
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Fotos: Julián Bongiovanni.
Malvinas es, para todos ellos, un sentimiento diferente al que puede tener otro argentino. Es dolor. Es lágrimas que no secan. Es orgullo. Es esa pérdida insufrible. Es la risa de ese hermano que tanto extrañan. O la presencia de ese hijo que ya no está ahí para besar. Son las cartas a mano que todos tienen guardadas, escritas entre balas, bombas y muertes, que leen para nunca olvidar. Es su pasado y presente. También su futuro. Y es, yendo a lo carnal, sentir el frío que sintieron ellos, aunque sea por algunas horas.
Malvinas es ese shock término de seis grados bajo cero de sensación con el que sus cuerpos pelean a medida que el viento rompe en su cara y achina sus ojos, mientras bajan de los micros que los transportaron de la base militar de Mount Pleasant, donde un rato antes aterrizó el avión que los trajo a las islas.
El viaje humanitario a Darwin
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A la 1:30 de la mañana, en Ezeiza, el vuelo humanitario O4 680 de Andes está casi repleto. Charteado por Aeropuertos Argentina, la empresa de Eduardo Eurnekián que desde 2003 se puso al frente de la construcción y manutención del cementerio argentino en Darwin y también organizar y solventar los viajes para llevar familiares a las islas, el itinerario marca que dentro de 3 horas aterrizará en Río Gallegos para cargar combustible por un lapso de 40 minutos y luego despegará rumbo a Malvinas, destino final.
La travesía es larga, pero este es apenas el último tramo de un trabajo de logística enorme que comenzó meses antes, en octubre, cuando la puerta para volver a pisar suelo malvinense se abrió tras gestiones con la embajada británica y el gobierno de los isleños. Este es el tercer vuelo de este tipo que organiza la Corporación América con el Centro de Familiares de Caídos en la guerra de Malvinas. Hubo uno en 2018, otro en 2019, pero allí la pandemia truncó por algunos años el deseo de volver a pisar ese suelo.
Recorrer el pasillo en busca de un asiento libre es reconocer en cada cara una historia. En las primeras filas están los 26 hombres y mujeres de más de 85 años que fueron la prioridad para armar la lista de pasajeros para llenar este Boeing 737-7800 matrícula LV-HKS. Son los padres que van a ver a sus hijos, quizás por última vez.
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Más atrás, hermanos y hermanas de caídos, hijos de los soldados, nietos de abuelos que nunca los tuvieron en brazos. Algunos cierran los ojos para intentar dormir y despertar ya en las islas. Es tarde y muchos llegaron a Buenos Aires, al hotel Presidente, en Microcentro, donde se alojaron los familiares, apenas horas antes, después de un periplo extenso desde diferentes provincias.
El vuelo de Andes que llevó a los familiares de Ezeiza a las Islas Malvinas. Fotos: Julián Bongiovanni.
Hay nervios, tensión, ansiedad y quienes buscan matizar la espera con selfies y chistes. “Dale, sentate que por tu culpa no vamos a despegar”, le dicen a uno de los familiares que sigue parado recorriendo los pasillos, ultimando detalles, antes de emprender viaje. El avión carretea por la pista de vuelos privados de Ezeiza y a las 1.56 comienza la travesía.
Seis horas después, los familiares de los caídos ya están en las islas. “Respiramos aire de Malvinas”, celebra uno, inflando el pecho. Hay aplausos, alegría y angustia. Intentan mirar por las ventanas del avión, que están congeladas. Afuera llueve y los recibe el hosco aeropuerto militar de Mount Pleasant, una mole de color verde militar en la que no está permitido sacar fotos ni grabar video.
La imagen de esa gigantesca pista en la que rara vez aterrizan aviones deberá quedar guardada en sus retinas solamente, lo mismo que un imponente hangar que se levanta al lado de la pequeña terminal y el avión gris de la Royal Air Force británica.
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Viajar es hacer filas y esta ocasión no es la excepción. Lentamente, de a uno, los 144 familiares van avanzando en la base militar, pasaporte en mano, esperando el sellado que permita, finalmente, salir de ahí. “Visitor permit. Entry permitted for: one day”, dice el sello que desde hoy quedará fijado en la documentación de todos, con la firma “Inmigration Falkland Islands”, el escudo del gobierno local con una oveja de insignia y el lema “Desire the Right”, un homenaje al barco llamado Deseo que avistó las islas en 1592.
Un folleto de bienvenida para los visitantes, escrito en perfecto castellano, marca desde el minuto cero la principal norma a cumplir durante la estadía. Dice : “El respeto. El conflicto de 1982 dejó a nuestra tierra marcada con campos de batalla y recuerdos imborrables, en el caso de los que vivieron. Por lo tanto, le solicitamos se respete los sentimientos de los isleños, de la misma forma que respetaremos los suyos”.
Una mano y un rosario celeste que los familiares argentinos le llevaron a sus muertos en Darwin. Fotos: Julián Bongiovanni.
“El ondear o mostrar banderas o pancartas argentinas, o el usar uniformes militares argentinos podría causar preocupación o aflicción, y podría ser enjuiciado. También podría ser arrestado o llevado a juicio si muestra mensajes políticos en banderas o carteles, o interpreta canciones políticas”, es la advertencia.
El paisaje del camino a Darwin es tan patagónico que duele. Una estepa agreste, desértica, cuya paleta de colores va del marrón al verde, pastos duros, donde solo los coirones se mueven al compás del viento y a lo lejos se levantan cerros bajos, plagados de roca, glaciares de piedra, como se los conoce, y montes nevados, que décadas atrás fueron escenario de la guerra.
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El cementerio de Darwin fue construido por la Corporación América, de Eduardo Eurnekián. Fotos: Julián Bongiovanni.
Fotos: Julián Bongiovanni.
Dos liebres corretean jugando entre ellas e intentan seguir la combi que maneja Edson, un chofer chileno, pero enseguida se pierden entre los pastizales. Las ovejas se repiten a la vera del camino de ripio. Ellas -logo kelper- conforman, junto con la pesca, las principales industrias de la economía isleña. El cielo sigue gris y la lluvia es fuerte, pero de repente a pocos metros del cementerio de Darwin, un arcoíris sorprende a todos. Esa nota de color es para algunos una señal, un mimo inexplicable que surca el firmamento, la sonrisa de sus seres queridos que están más allá.
Cruces, abrazos, lágrimas y silencio
Mate en mano, familiares frente a la lápida del ser querido que murió en Malvinas. Fotos: Julián Bongiovanni.
Faltan algunos minutos para que llegue la mayoría de los familiares, pero algunos integrantes de la Comisión, a cargo de todo el trajín, ya recorren el cementerio. Es el caso de Eduardo Behrendt, vicepresidente del cuerpo a cargo de la presidencia, cuyo hermano Edgardo, murió en el hundimiento del ARA General Belgrano. De traje negro, con una corbata que tiene la figura de las islas, él recorre con la mirada los apellidos del cenotafio, ordenados alfabéticamente, sin orden de rango ni jerarquía. “Los héroes son todos, no hacemos distinciones”, explican.
Su hermano, que le llevaba 18 meses y al que apodaban “Nonin”, no tiene una cruz en Darwin, sus restos, como el de todos los que murieron en el hundimiento del Belgrano, descansan en lo profundo del Mar Argentino. Por esa razón, al encontrarlo en las placas de mármol negro que despliegan como brazos de una cruz gigante frente al sector C del panteón, se abraza a ella y llora.
Santiago Martella es periodista de TN y forma parte de la Comisión de Familiares. Su padre, el Teniente Luis Carlos Martella, murió en las islas la noche del 11 de junio de 1982, en un ataque inglés a la Compañía C del Regimiento de Infantería 4 en el Monte Dos Hermanas, en cumplimiento del deber. Su accionar retardó el avance enemigo y salvó vidas, dando la suya. Es el cuarto viaje de Santiago a Darwin. En su doble rol de familiar y periodista, le espera un trabajo arduo cuando arriben todos, pero antes, junto a su madre, Marta Inés, tiene unos minutos en los que ambos se funden en uno frente a la cruz de su papá.
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Fotos: Julián Bongiovanni.
Camina observando que todo esté en orden Roberto Curilovic, héroe de la Guerra de Malvinas, que tenía 32 años cuando como piloto de la Armada destruyó el Atlantic Conveyor, uno de los hitos del combate. Hoy es Gerente de Desarrollo de Negocios y Programas Internacionales de Aeropuertos y el principal encargado de la logística de los viajes humanitarios.
Roberto es una suerte de “Canciller” del viaje, que escruta cada centímetro de las obras de refacción que se hicieron en el cementerio, tras algunos daños que provocaron las inclemencias del clima hostil, y también el que, aunque sea incómodo, debe pedir que no se apoyen banderas argentinas tocando la tierra, algo prohibido.
Solo una persona conoce mejor el cementerio de Darwin que Roberto: es Geoffrey Cardozo, el excoronel británico que también tenía 32 años cuando llegó a Malvinas, tres días después del cese del fuego con una misión que parecía imposible: identificar los cuerpos de los soldados argentinos esparcidos en las islas, identificarlos y enterrarlos. Fue, en pocas palabras, el arquitecto de ese espacio en el que hoy descansan los restos de 238 soldados de los 649 caídos argentinos.
Geoffrey Cardozo contiene a familiares de caídos en la guerra durante la visita a Darwin. Fotos: Julián Bongiovanni.
Vestido como un farmer británico, con su infaltable boina, abraza a los familiares, les dan contención y presta su hombro para que lloren; es uno más de toda la comitiva, un héroe argentino nacido en Inglaterra, por su contribución a la causa Malvinas.
Llega el momento esperado. Minutos después de las 9, llega la mayoría de los familiares de los caídos a reencontrarse con ellos en Darwin. A cuentagotas descienden de los micros que los vienen trayendo del aeropuerto militar y apenas ponen un pie en el suelo una mezcla de sentimientos los embargan. Lloran, pero avanzan. No importa la lluvia, ni el viento, ni el frío. Se toman de la mano, se dan fuerzas y avanzan en un camino de tierra, musgo y piedra.
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El cementerio los espera. Las cruces, con un rosario blanco colgando de cada una, aguardan esa visita. Unos se abrazan fuerte a ellas, otros se arrodillan en silencio. Les hablan, los lloran. lloramos todos. Desde lejos puede verse cómo esa marea de cuerpos ataviados con gorros, bufandas, camperas y mantas van, uno a uno, agachándose, fundiéndose con sus muertos, dejándose llevar por el silencio.
El lecho de piedritas que rodea cada nombre presiona sobre sus rodillas, pero eso no importa. Es el reencuentro tan esperado, un sueño que desbarata cualquier idea previa.
Cómo abrazar una tumba
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Darwin se llenó de dolor en el reencuentro de los familiares de caídos en la guerra de Malvinas.Fotos: Julián Bongiovanni.
Fotos: Julián Bongiovanni.
Máximo tiene 19 años, es de Salta, y vino a conocer a su abuelo, el Cabo Primero Víctor Samuel Guerrero, por primera vez. Sabe la historia de memoria, desde que tiene 7 años la escucha en boca de su abuela, Gloria: que era uno de los héroes del Escuadrón Alacrán, de Gendarmería, y que murió cuando el 30 de mayo de 1982, cuando un misil inglés derribó el helicóptero en el que viajaba junto a otros integrantes de esa fuerza.
“Había pensado un discurso para decirle, lo tenía en la cabeza, pero cuando llegué me quedé sin palabras, preferí que hable el silencio”, le dice a Clarín. Lleno de tatuajes hasta en las manos, optó por acostarse junto a la cruz de su abuelo y mirar juntos el cielo.
La abuela de Máximo es Gloria, tiene 67 años, y recuerda cada instante, cada hecho, de aquel fin de mayo del 82 que marcó su vida para siempre. Casada con Víctor desde hacía 3 años, estaba embarazada de 7 meses, del papá de Máximo, y vivían en El Calafate, porque él era parte del Escuadrón 42 de esa ciudad. Lo llamaron para ir a la guerra y él no lo dudó: era su deber.
Aunque varios compañeros se ofrecieron para reemplazarlo, porque tenía una hija pequeña y otro bebé a punto de nacer. “Cuidá a tu señora y a la nena”, le dijeron, pero no hubo caso. “Estoy orgullosa de haber podido traer a mi nieto a las islas, siento una mezcla de orgullo y dolor”, se suelta Gloria.
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“Ahora quiero que venga mi otro nieto, que no pudo porque es menor”, explica y dice que no tiene nada que reprocharle a su marido: “Cuando uno se casa con un gendarme sabe cómo es”, marca con naturalidad. Sus dos hijos, el papá de Máximo y su hermana, siguieron los pasos de su padre y son gendarmes.
Walter Blas está parado frente a la tumba de su padre, a la que acaba de ponerle un poncho rojo. A pesar de la temperatura helada, está con una camiseta de fútbol, la de Juventud Antoniana, el club de sus amores y del que lo hizo hincha su papá, antes de morir en la guerra.
“Le traigo siempre el poncho salteño a mi papá, nosotros somos así, orgullosos de nuestra tierra, de Salta, la vez pasada la había traído. Traje la camiseta de Juventud para que se sienta más cerca de nosotros, de nuestra tierra, de Salta”, detalla. «Es un día difícil porque vengo a este lugar y trato de que me dé fuerza y terminó más bajón que otra cosa, pero bueno, es un día muy lindo».
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Su papá fue Oscar Humberto Blas, era sargento ayudante post mortem del Ejército, pertenecía a la compañía de comando 602, que llegó un 26 de mayo a Malvinas, cuando se organizó al mando de Aldo Rico y el 30 de mayo en el Monte Kent, durante una incursión, muere al enfrentarse contra tropas inglesas para permitir el repliegue de sus compañeros, por lo que recibió una medalla al valor en combate. El suyo es uno de los cuerpos que Georffy Cardozo pudo encontrar e identificar, recién en mayo del 83.
«Volver siempre es diferente: en el 91 vine como hijo, de 10 años, sin saber mucho pero sabiendo quién era mi papá y buscarlo y encontrarlo fue muy duro. Volver en 2018 [el primer vuelo humanitario fue ese año] ya como padre de familia y reencontrarme con él y saber que estaba ahí, mostrarle la foto de mi familia, de nieto, de mis hermanos, de toda la familia que tenemos, fue muy especial después de 35 años saber que estaba ahí como siempre”, explica y dice que vino también a despedirse por un largo tiempo. «Para que la próxima vez viajen mis hijos, su nieto, y que lo conozca”, agrega.
Cada historia es un mundo. Están los que toman mate, los que dejan remeras, arreglos florales, y los que cuelgan carteles que esperan volver a encontrar a su regreso. Es el caso de los familiares de Héctor Ramón Bordón, fanático de San Lorenzo, al que le dejaron un cartel con un cuervo y el escudo del club de sus amores. “Te amamos y siempre te vamos a recordar, tus hermanos, sobrinos y sobrinos nietos”.
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Lágrimas junto al familiar que falta hace 42 años. Fotos: Julián Bongiovanni.
En total, 26 mayores de 85 años fueron a visitar a sus caídos en la guerra en Darwin bajo un frío intenso.Fotos: Julián Bongiovanni.
A medida que avanzan las horas, muchos familiares se refugian en una carpa verde que instalaron los ingleses para recibirlos. Hay café caliente y agua. Allí se resguardan de las inclemencias los más grandes y hasta entablan conversaciones con personal del ejército que fue a trabajar al lugar.
Olga Suárez, viuda del suboficial artillero Juan Alberto Gómez, fallecido del crucero General Belgrano, está feliz de haber podido venir. Es su primera vez en el cementerio. Intenta enseñarles español a dos jóvenes que no llegan a los 25 años, llegados hace pocos meses a trabajar en las islas, a los que el conflicto bélico les parece algo muy lejano.
Otro momento descontracturante se produce cuando la tripulación del vuelo pisó el cementerio. Los familiares pasajeros reconocen a las azafatas y les agradecen por venir a acompañarlos. Ellas se muestran conmovidas. “Chicas, ahora nosotros somos los que les vamos a servir café, vengan a la carpa”, las invitan. La comunión es total.
Así, entre charlas, abrazos, rezos, silencios y frío, las horas se consumen y el padre Pedro Cannavó lucha contra el viento para poder ponerse su sotana para dar un breve servicio. Los familiares le piden que bendiga los regalos que van a dejar en las tumbas. Parado frente a la gran cruz blanca que sobresale entre los nombres de los caídos, habla del amor al prójimo y de dar la “vida por los amigos”. Los familiares dejan una corona hecha de venecitas.
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El padre Pedro Cannavó, religioso argentino que encabezó una ceremonia acompañado por el cura católico de las islas y dos sacerdotas anglicanas.
Todo cierra con un minuto de silencio y una foto final. Es tiempo de volver a la base militar que, por cuestiones de seguridad, pidió a todos estar tres horas antes de la partida para un proceso de revisión riguroso de los equipajes de todos.
Piedras, el regreso y las ganas de volver
Fotos del viaje de familiares de caídos en la guerra de Malvinas al cementerio de Darwin. Fotos: Julián Bongiovanni.
Ya más distendidos, a los familiares la fila se les hace interminable mientras una sola persona controla en el check-in los pasaportes. De repente, Malvinas decide despedirlos con una nevada. Si el arcoíris sorprendió a todos antes de llegar al cementerio, la meteorología se encarga de regalarles otro momento imborrable para muchos que por primera vez ven la nieve caer.
Trabados en el lobby de Mount Pleasant, nadie entiende las demoras. Se muestran incómodos porque no avanza. “No nos dejan llevarnos ni un poquito de tierra y encima hacen esto”, suelta un familiar con algo de fastidio. La espera, con más frío además, se hace eterna y al final de recorrido se les recuerda que está terminantemente prohibido que se lleven piedras o tierra del lugar.
Como si fuera poco, dos tachos están en el ingreso al control final para embarcar. “Cesto de la honestidad”, puede leerse en ambos, para que no queden dudas. Una piedra que para un familiar argentino es un tesoro, para la burocracia aeroportuaria militar debe ir a parar a la basura.
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El avión despega a las 15:42, ahora con viaje directo a Ezeiza. Es momento de procesar lo vivido y mirar desde el cielo por última vez a las islas. Fueron ocho horas en tierra que pasaron demasiado rápido. Los familiares siguen conversando y contando sus historias. Son una gran familia. “El dolor nos une”, confían.
De repente, minutos antes de tocar suelo, el piloto pide la palabra. “Me tomo el atrevimiento de hablar en nombre de toda la tripulación y acompañarlos en esta carga emotiva del vuelo y agradecerles poder ser partícipes”, dice ante el aplauso de todos, minutos antes de aterrizar a las 18:21. Hay festejos y más emoción: “Viva la Patria, Viva la Patria, Vivan los héroes”, celebran.
“Esta fecha quedará grabada como un día de unión, de homenaje y de sanación. Cada familia acá representa un sacrificio inmenso y el amor eterno a quienes entregaron la vida por la Patria. Este encuentro es un testimonio de que aunque el tiempo pase, el dolor y la memoria siguen vivas. Fue un día histórico e inolvidable”, sentencia Eduardo Behrendt, con todos los familiares de fondo, abrazados a una imagen de la Virgen de Luján, conocida como la «Virgen prisionera», que estuvo más de 30 años en una iglesia británica.
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El camino de ripio rumbo al cementerio de Darwin, una postal patagónica.
Los nervios ya no están y solo queda la ansiedad de saber cuándo volverán a pisar las islas para reencontrarse con sus familiares. La idea es hacerlo en los próximos meses, en marzo, con una navegación por el estrecho de San Carlos, donde se hundió el buque Isla de los Estados, donde murieron 22 de sus 24 tripulantes. El sentimiento es de alegría. De misión cumplida.
Decir que fue emocionante sería un lugar común. Esto fue otra cosa. Algo muy difícil de describir con palabras, al igual que las Islas Malvinas.
Uno de los puntos más contundentes de la entrevista fue la crítica de Nicolás Masi a la formación de los efectivos policiales, asegurando que “desde siempre, la instrucción del policía es que el que tenés adelante no es un ciudadano, sino un enemigo”. Según el dirigente, este enfoque genera una estructura en la que los efectivos se ven obligados a actuar con violencia en situaciones de protesta.
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En ese sentido, Masi se refirió a los recientes episodios de represión policial en manifestaciones y cuestionó la brutalidad de algunos agentes. «Los ves pegando con satisfacción, tirando gas pimienta con una sonrisa. No es una reacción defensiva, es un accionar incentivado desde arriba», afirmó.
Críticas al gobierno y a la conducción policial
Masi también criticó al gobierno de Javier Milei y a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, a quien llamó «la borracha». «Les da un poco de soga y los incentiva a salir a pegar a mansalva», señaló en referencia a los efectivos que participan en operativos de represión. Además, enfatizó que la mayoría de los policías son «pibes» que responden a órdenes directas y terminan siendo la cara visible de una estructura corrupta.
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En otro pasaje de la entrevista, remarcó que la policía está compuesta en su mayoría por trabajadores de bajos ingresos: «Es una lucha de pobres contra pobres. El policía es un empleado público pobre. La verdadera casta en la policía va de subcomisario para arriba, los que se organizan para delinquir y que están amparados por el gobierno, sin importar el color político».
El problema de la sindicalización
Masi también hizo hincapié en la falta de reconocimiento del sindicato policial en la provincia de Buenos Aires. «Desde 1989 estamos peleando por la sindicalización. En Uruguay, en Estados Unidos, en Europa los policías tienen sindicatos. Acá nos siguen negando ese derecho», aseguró.
En ese contexto, cuestionó la falta de diálogo del gobierno con el gremio policial: «Hemos intentado millones de veces hablar sobre condiciones y medio ambiente de trabajo, pero nos cierran las puertas». También alertó sobre la precarización de las fuerzas de seguridad, con patrulleros destruidos y falta de equipamiento adecuado.
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El rol de los municipios en la seguridad
Por otro lado, Masi denunció que los municipios están cobrando tasas de seguridad sin tener la responsabilidad legal de brindar ese servicio. «No pueden cobrar una tasa municipal por seguridad porque la seguridad es competencia provincial. Es ilegal y hay fallos judiciales que lo dicen», explicó.
Asimismo, criticó el concepto de «policía local» que impulsaron algunos intendentes: «Nunca existió en los papeles, solo fue una delegación que le dieron los ministros de Seguridad a los municipios. La policía local fue un invento para darle a los intendentes su propia guardia pretoriana».
Finalmente, el dirigente concluyó con un mensaje a los efectivos policiales: «La policía tiene que volver a ser policía, no un grupo de choque. No se puede seguir reprimiendo con placer. Nos formamos para proteger, no para atacar». (www.REALPOLITIK.com.ar)
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Netflix logró posicionarse como la plataforma de streaming más influyente a nivel global, un título que no solo se debe a su alcance masivo, sino también a su capacidad para ofrecer un catálogo diverso donde conviven grandes éxitos contemporáneos y clásicos inolvidables del cine. En su búsqueda constante por fortalecer su propuesta de contenido y sorprender a sus suscriptores, la compañía no deja de sumar producciones que capturan la atención del público. En este contexto, los seguidores de Black Mirrorrecibieron una noticia que despertó su entusiasmo: el lanzamiento del tráiler oficial de la esperada séptima temporada.
A lo largo de los años, Black Mirror se consolidó como una de las series más provocadoras del catálogo de Netflix, al explorar los límites de la tecnología y su impacto en la sociedad con cada nueva entrega. Ahora, tras un largo período de incertidumbre y con apenas algunas pistas reveladas en el camino, la plataforma finalmente rompió el silencio con un adelanto de casi tres minutos que deja entrever lo que está por venir. Por lo que se pudo ver, la séptima temporada promete seis episodios inéditos que, fieles al espíritu de la serie, desafiarán nuestras percepciones y nos sumergirán en escenarios inquietantes y futuristas.
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De qué trata la séptima temporada de Black Mirror
El primer vistazo a la séptima temporada de Black Mirror dejó en claro que la serie seguirá explorando los límites de la tecnología y la psicología humana con premisas realmente intrigantes. Entre los elementos más llamativos del tráiler, se destacan una inteligencia artificial inmersiva y la posibilidad de viajar en el tiempo, dos conceptos que abren la puerta a nuevas reflexiones sobre el impacto de la innovación en nuestras vidas. Sin embargo, lo que más generó impacto entre los fans es el regreso de historias y personajes conocidos, algo poco habitual en la antología creada por Charlie Brooker.
Uno de los regresos más esperados es el de USS Callister, uno de los episodios más aclamados de la cuarta temporada, que ahora tendrá una secuela con Cristin Milioti retomando su papel de Nanette Cole. Además, el tráiler confirmó la vuelta de Will Poulter como Colin Ritman, el misterioso programador de Black Mirror: Bandersnatch, la película interactiva que sorprendió a los espectadores en 2018. Sobre esta decisión, Brooker comentó con humor que suele eliminar a la mayoría de sus personajes al final de cada episodio, pero que esta vez optó por darles una nueva oportunidad.
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Junto con las tramas innovadoras y el retorno de rostros familiares, la séptima temporada suma un elenco de primer nivel. A los ya confirmados Emma Corrin, Awkwafina, Rashida Jones, Issa Rae, Tracee Ellis Ross, Billy Magnussen y Chris O’Dowd, se unen Michele Austin (Secretos y mentiras) y Doc Brown (Star Wars: Andor). Con esta combinación de talento y las premisas presentadas en el adelanto, todo indica queBlack Mirror volverá a sorprender con relatos atrapantes.
Séptima temporada de Black Mirror: cuándo es el estreno
Para los ansiosos que esperan el regreso de esta serie premiada, la espera tiene fecha de vencimiento: la séptima temporada llegará a Netflix el 10 de abril de 2025. Con el tráiler ya disponible y los primeros detalles revelados, las expectativas están más altas que nunca. Mientras tanto, quienes quieran revivir los episodios anteriores o descubrir la serie por primera vez pueden hacerlo desde la plataforma de streaming, donde todo el universo creado por Charlie Brooker está listo para sumergirnos, una vez más, en sus inquietantes historias.
San Lorenzo y el drama de las inhibiciones que no cesan: un ex jugador del club inició un reclamo por una deuda de vieja data y a raíz de eso FIFA inhibió nuevamente al club.
El colombiano Cristian Zapata, quien llegó al club en 2021 y se fue en 2022, reclama 250 mil dólares de salarios que no fueron abonados.
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Sí el Ciclón quiere incorporar en la próxima ventana de traspasos, deberá pagarle la cifra que exige el defensor y así levantar una nueva inhibición como hizo en enero de este año.
Godoy Cruz vs San Lorenzo por el Torneo Apertura: horario, TV y posibles formaciones
Último antecedentes en el club
Le gestión de Marcelo Moretti heredó problemas financieros de anteriores mandatos y la última auditoría que realizó el club arrojó una deuda de 30 millones de dólares.
El 28 de enero del corriente año, fue la última inhibición que levantó: llegó a un acuerdo con el Austin FC de Estados Unidos por la última cuota del traspaso de Jhohan Romaña. Y en agosto del 2024 desembolsaron tres millones de dólares, correspondientes a cinco inhibiciones distintas.
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La entrada San Lorenzo, otra vez inhibido por la FIFA: un ex jugador del club reclama 250 mil dólares se publicó primero en Nexofin.