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SOCIEDAD

Claves para manejar la ira: La importancia de la educación emocional

La educación emocional debe llevarse a cabo en la adolescencia. (Foto: Adobe Stock)Los casos de bullying pueden evitarse si el entorno cambia para bien. (Foto: Adobe Stock)

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La educación emocional es la posibilidad de enseñar aprender y aprehender que son las emociones, darle un sentido productivo para una persona, la cual podrá reconocer sus estados anímicos y manifestar que ocurre con ellos. Así lo explicó Diego J. Degratti (M.N. 34.375) Licenciado en Psicología, quien además indicó: “Las etapas evolutivas son diferentes entre sí y cada cual tendrá características que le son propias y con la dificultad que cada una tendrá, siendo el ámbito familiar, escolar y social un punto que favorezca o inhiba el desarrollo emocional de un individuo”.

El especialista señaló que, teniendo en cuenta la etapa del desarrollo del individuo, la educación emocional provee un sentido a las emociones y dio un ejemplo: “Un niño que ingresa a la etapa escolar del jardín o el primario desarrolla frente a lo novedoso de lo escolar, un sentimiento de desconfianza frente a un entorno que desconoce y por ende se vuelve temeroso, poco confiado del entorno y ahí, a través del juego podemos buscar que el niño manifieste sus temores, sus miedos y luego transformarlos para que el ámbito escolar adquiera un sentido de pertenencia y seguro para el niño”.

En tanto, Degratti dijo que la educación emocional la podemos pensar desde diferentes lugares, desde el ámbito familiar, escolar y/o social. Para esto es importante el reconocimiento de las emociones, los sentimientos, sobre diversos temas. “Está comprobado que la inteligencia logra un mejor desarrollo con el acompañamiento de los afectos. Entonces su implementación en las diferentes etapas etarias del desarrollo del ser humano son vitales para lograr una mejora a nivel personal, familiar y por ende social”, dijo.

Los casos de bullying pueden evitarse si el entorno cambia para bien. (Foto: Adobe Stock)
Los casos de bullying pueden evitarse si el entorno cambia para bien. (Foto: Adobe Stock)

Además, agregó: “Es difícil hablar de educación como tal, Freud decía que el ser humano hay tres áreas que jamás podrá dominar, los fenómenos de la naturaleza, gobernar y educar, dado a las características del ser humano y su configuración psíquica. Sin embargo, cuando planteamos la idea conceptual de educación, lo pensamos desde la posibilidad de generar herramientas de diversa índole para que el ser humano pueda desarrollar su potencial y plenitud dentro de una sociedad. Por ejemplo, cómo nos enseñan, cuánto es 2+2, fechas patrias o la diferencia entre sujeto y predicado, es de igual importancia aprender qué nos sucede con nuestras emociones, nuestros sentimientos”.

La agresividad y su vínculo con la autoridad

El psicólogo indicó que en la adolescencia se juegan otras características, principalmente dos: la agresividad y su vínculo con la autoridad. “El ser humano en su origen fue un animal que, gracias a la evolución del prefrontal cerebral, le permitió la evolución frente a diversas condiciones, pero también lleva una carga de agresividad que es parte de sí, que no puede ser excluida”, dijo.

Asimismo añadió: “Tenemos que entender que la agresividad en sí no es mala, ni buena, sino que es, una energía que nos posibilita diversas cosas y, en la medida que esta se vincula de forma productiva, será un beneficio para un adolescente y que, lamentablemente, se conecta o carece de acciones productivas, el resultado puede llegar a vincularse con la muerte”.

Degratii dijo que la autoridad es la posibilidad que dé calma, que serene ese torbellino hormonal que el adolescente trae consigo en su etapa de desarrollo. “Cuando la autoridad no logra dar esa pacificación, la agresividad adquiere preponderancia y, por ende, se transforma en un peligro latente para un adolescente. Cuando un joven bebé alcohol y conduce un automóvil, lo hace bajo la equivocada premisa ‘a mí no me va a pasar nada’ y esto puede que sea así, lo cual favorece la reiteración de la conducta hasta que, lamentablemente, ocurra la desgracias de un accidente de tránsito que puede costarle la vida o la vida a terceros”, explicó.

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El exceso y sus implicancias

El especialista dijo que el uso excesivo de tóxicos cómo el alcohol o drogas cómo la cocaína o psicofármacos mezclados con alcohol, provocan un estado de euforia y de desinhibición que transforma a un adolescente un potencial de todo aquello que sabemos que daña. “Un adolescente bajo los efectos de los tóxicos no mide ningún tipo de consecuencia, porque las sustancias provocan la liberación de los frenos inhibitorios cómo la moral (esto que hago está mal y si lo hago tengo un castigo) y se exacerba la agresividad exponiéndose a situaciones altamente peligrosas”, indicó.

En tanto, agregó: “Luego que los efectos tóxicos quedan de lado y, dependiendo del resultado de las situaciones, el adolescente hace una interpretación, como una simple anécdota (manejar alcoholizado) o como un hecho delictivo (el haber asesinado a una persona en una riña callejera). Si notamos bien, cuando se trabajan las emociones, es conectar al adolescente en relación a lo problemático que es en sí no ser un sujeto responsable de sus actos”.

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Degratti dijo además: “Si enseñamos a los adolescentes a vincularse con sus emociones primarias desde un punto de vista productivo, seguramente las posibilidades de bajar la situaciones a exposiciones peligrosas sería un hecho. Debe existir siempre un compromiso entre los ámbitos donde el adolescente se desarrolla, familia, escuela y sociedad. Un adolescente que tenga entornos favorables tendrá beneficios en su desarrollo, en tanto que, aquellos que no les tengan la dificultad es mayor, sin embargo, la posibilidad de ser resiliente es una herramienta que va con la educación emocional y que permite ver un futuro no tan oscuro”.

“Todo acto de agresividad encubre un acto de frustración y angustia, cuando reconocemos su origen, aquello que nos frustró y angustió, la agresividad tiene a bajar su intensidad, por esto es importante aprender a reconocer primero la frustración o angustia para que la agresividad no sea la primera respuesta frente a una situación donde la violencia no es necesaria cómo modo de resolución en un conflicto determinado”, aclaró Degratti.

Las políticas públicas y su relevancia en la salud psíquica

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El psicólogo dijo que las políticas públicas son siempre necesarias y más en lo concerniente a la salud mental. “La promoción de la salud mental, es decir aquello que conocemos cómo prevención primaria es vital para bajar los índices de diversos temas, cómo las adicciones, suicidio, abuso intrafamiliar, etc”, dijo

La educación emocional entra sin duda alguna, en la prevención primaria, nutrir a familias, escuelas, clubes de barrio, centros religiosos, iglesias con charlas informativas, juegos y/o programas sobre salud mental, nos daría una sociedad más cercana al concepto de lo sano.

Hablando de lo sano: Vamos a tratarnos bien

El especialista comentó que Natalia Jañez, vicepresidenta de la Fundación Lebensohn, en la sede del Instituto Moisés Lebensohn de la ciudad de Río Grande, lleva adelante con su equipo una campaña llamada “Vamos a Tratarnos Bien” que cuenta con la participación de vecinos para mejorar la convivencia, busca promover y concientizar sobre la necesidad de mejorar la forma de relacionarse entre los habitantes de la ciudad de Río Grande.

Su objetivo es ser una herramienta de cambio y un gran aporte para la convivencia social, en medio de un país que se divide entre grietas y egoísmo, dijo y añadió: “A la Fundación la acompañan profesionales de la Psicología y la Sociología, docentes y especialistas que trabajan diariamente con casos que pueden evitarse si el entorno cambia para bien. Estaría bueno que esta concientización y trabajo se replique en toda nuestra Argentina y ya no haya más casos de bullying”.

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Cuadernos: un juicio que volverá a mostrar la trama de corrupción

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Después de seis años de espera, el caso de los cuadernos de las coimas marcará un antes y un después en noviembre del año próximo, cuando finalmente se inicien las audiencias para determinar quiénes son inocentes y quienes culpables de haber defraudado al Estado. Se trata, ni más ni menos, que del juicio de corrupción más importante de la historia argentina, al menos si se los categoriza por cantidad de procesados. Alrededor de 160 exfuncionarios, empresarios, ejecutivos de empresas, testaferros, intermediarios y familiares que prestaron su nombre para operaciones corruptas se sentarán a tratar de demostrar su inocencia o a escuchar la sentencia que los condene.

En rigor, el caso de los cuadernos no es un solo juicio, sino varios expedientes que se dispararon a raíz del manuscrito que realizó el chofer del ex-Ministerio de Planificación Federal Oscar Centeno en el que se detallaban centenares de viajes que los funcionarios realizaban, varios de ellos en busca de dinero que entregaban empresarios. La sorpresa que causó en aquel invierno de 2018, cuando se conoció, y la solidez de las acusaciones llevaron a decenas de empresarios a negociar una parte de la verdad con la Justicia, a cambio de una mejora en la calificación de los delitos que confesaban.

Fueron casi 40 los que optaron por usar esta tangente procesal, pero, en rigor, hubo otros tantos que si bien no se adhirieron al instituto procesal también reconocieron haber llevado dinero a funcionarios o a oficinas apuntadas por ellos y donde funcionaban verdaderos centros de acopio de dinero espurio.

Como se dijo, no es un solo caso, sino varios. El caso cuadernos, el más grande de todos, dio origen a otros. En uno llamado “Camarita”, se investiga la cartelización y el reparto de las obras viales. Gran parte de los empresarios implicados fueron involucrados por los archivos que aportó el financista del matrimonio Kirchner Ernesto Clarens. El hombre contó cómo le llegaba la información desde Vialidad con los pagos que se realizaban a los constructores. En esas oficinas estaban los encargados de reclamar la “comisión” para que los empresarios, obedientes, pasaran a dejarla.

Será el tiempo de los hechos, de los testimonios y de las pruebas. La Argentina merece que, después de semejantes confesiones, de ver cómo se rompió la omertá del “club de la obra pública”, se celebre el debate oral y público. No es sana una sociedad donde todos son sospechosos

También se sustanció otro juicio en el que se investigó cómo los empresarios que explotaban las concesiones de trenes devolvían el 5% de lo que les pagaban por subsidios y un tercero en el que se ventilan hechos similares, solo que el vertical donde se recaudaban era con los dueños de las concesiones viales.

No solo alumbraron otros expedientes desde la causa cuadernos. En la etapa de instrucción del juicio hay relatos de corrupción a cielo abierto. Por caso, el contador del matrimonio de Néstor y Cristina Kirchner relató cómo el secretario presidencial Daniel Muñoz, hoy fallecido, justificaba el dinero que recaudaba de centenares de empresarios prebendarios. “Acá nadie robó nada. Esto es la comisión que se le cobra a la patria por hacer las cosas bien”, le dijo el exsecretario privado de los Kirchner a Víctor Manzanares cuando ambos transitaban los agitados días donde el dinero viajaba en valijas de Buenos Aires a Santa Cruz.

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Para la Justicia no solo se trató de un expediente que ventiló un hecho de corrupción, sino que se describió un sistema de recaudación que partía desde el vértice mismo del poder y que funcionó, con algunas interrupciones, en los tres primeros gobiernos kirchneristas, desde 2003 hasta 2015. Fue el propio Carlos Wagner, el ex poderoso presidente de la Cámara Argentina de la Construcción –para muchos, la Cámara Argentina de la Corrupción–, el que le puso voz a una de las confesiones más crudas. Dijo dónde, cuándo y cómo se repartían las obras. Entregó una nómina de sus colegas con los que se juntaban para cartelizarse y hasta llegó a reconocer que tenía una persona dedicada a preparar las remesas de dinero que debía entregar. Como si faltara algún detalle, nombró los lugares adonde llevaba el dinero: el popular café La Puerto Rico, a 50 metros del ministerio; un hotel ubicado cerca de la Plaza de Mayo, sobre la calle Bolívar, o sus oficinas, en la calle San José. El Alemán, como le decían sus colegas, dueño de Esuco, fue uno de los arrepentidos que aceptaron contar una parte de la verdad para salir de la cárcel.

Después de seis años de espera, de centenares de cursos que ofrecieron las defensas y de un férreo trabajo de la valiente fiscal Fabiana León, quien tendrá a su cargo la acusación, la Justicia decidió que los expedientes más importantes del caso cuadernos se empiecen a ventilar en las audiencias de un juicio oral y público que se citó para noviembre de 2025. Será el momento de regresar a los hechos, a los recorridos, los dólares y los bolsos, en el que cada cual deberá demostrar su inocencia, después de que aquella investigación que inició LA NACION en enero de 2018 se convirtiera en un debate procesal generado por la multiplicidad de recursos que interpusieron las defensas.

Será la hora de los hechos, de los testimonios y de las pruebas. Porque la Argentina se merece que después de semejantes confesiones, de ver cómo se rompió el silencio de omertá del “club de la obra pública”, al menos, se lleve adelante un debate oral y público para conocer a los culpables y, también, a los inocentes. No es sana una sociedad donde todos son sospechosos.

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