Sebastián Bernabé solía recorrer los campos donde trabajaba en una moto enduro. Pero en el calendario de su vida se venían los 53 y encontró un nuevo desafío: pasar de la tierra al asfalto. Para eso se compró una imponente BMW XR 1000 negra. Ya había planificado hacer una travesía de más de 4.000 kilómetros con un grupo de amigos. El punto de partida: Bahía Blanca. El destino: Machu Picchu, en Perú.

Lo que no sabía es que en el trayecto se iba a topar con la muerte. Se estrelló contra un cerro, en una zona de curvas en el kilómetro 4149 de la ruta nacional 40, en el paraje catamarqueño Pozo Verde, cerca de Hualfín, departamento de Belén. Como una ironía del destino, era el día de su cumpleaños.

Sebastián había heredado el apodo «Cholito» de su hermano Alejandro (59), al que le dicen «Cholo». Ambos dedicaban su vida a una empresa familiar con una gran historia en la cuna del básquet, al sur de la provincia de Buenos Aires: la ferretería agroindustrial Casa Bernabé, ubicada en la avenida Colón 1162, adonde se habían mudado en 1986 desde Fitz Roy 60.

El abuelo Calixto Bernabé fue quien se instaló en Bahía Blanca. Llegó en 1928 desde Rosario, con el propósito de abrir una sucursal de Casa Bromberg, dedicada a la venta de maquinarias agrícolas e industriales. Fue un visionario, ya que apostó a atender el puerto y el sur del país.

Cuando los dueños decidieron cerrar el local, el hombre fundó la ferretería, que comenzó sus actividades en 1930.

En sus inicios, la actividad se concentró en la venta de maquinaria para la industria de la madera y del hierro. Luego se hicieron cargo dos de los cuatro hijos de Calixto: Víctor, conocido como «Belcha», papá de Alejandro y Sebastián; y Omar.

Con el paso del tiempo, el negocio se amplió a más rubros y en 1994 apostaron también a los equipos de riego.

Los hermanos, además productores agropecuarios, estudiaron en Buenos Aires. Alejandro se recibió de licenciado en Economía. Sebastián, de licenciado en Administración Agropecuaria, en la Universidad de Belgrano. Tienen una hermana menor, Amparo (52).

La tragedia se produjo a las 15.40 del martes 22 de octubre. La caravana había partido el Día de la Madre desde Bahía Blanca. Un par de horas después del choque, la fiscal Florencia Reartes se comunicó por teléfono con Alejandro y le dijo: «Lo llamo para informarle que su hermano tuvo un accidente fatal».

Sebastián, separado, papá de dos hijos (un varón de 20 y una nena de 16), había quedado último en el pelotón de siete motos, porque se había detenido en medio del camino. Entonces confió en la velocidad de la BMW (de alta gama, valuada en más de 30.000 dólares) y aceleró fuerte para alcanzar a sus amigos. Confió demasiado.

Según estimaron los peritos de la comisaría de Hualfin, iba a unos 120 kilómetros por hora cuando llegó a una zona peligrosa, de curvas y precipicios. Siguió de largo, se estrelló contra el cerro y voló varios metros para caer en un arroyo seco. El impacto fue brutal: perdió el casco y murió en el acto.

Si bien no hubo autopsia, por pedido de la familia, el médico policial informó que Sebastián se desnucó. Sufrió politraumatismos, fractura en la rodilla izquierda, fractura del húmero derecho y neumotórax (cuando colpasan los pulmones).

El conductor de la camioneta que iba de apoyo, detrás del grupo de motoqueros, fue testigo del lamentable final de la víctima.

La travesía pensaban hacerla en 15 o 20 días. El viaje había sido programado hacía tiempo. La noche anterior la habían pasado en Chilecito, La Rioja. Tenían planeado llegar hasta Cafayate, Salta, y pernoctar allí, para celebrar con el cumpleañero.

«Él era de andar en moto conmigo, pero en motos enduro, en el campo. Era la primera vez que hacía un viaje en asfalto. Esa moto se la había comprado a un amigo mío hacía un mes y medio», le dice a Clarín el hermano de la víctima, golpeado por la pérdida de quien era su mano derecha en el trabajo, su compinche, su hermano y su amigo.

Allí se complementaban a la perfección, aun cuando las cosas «no eran de color de rosas» y «las papas quemaban».

Sebastián se dedicaba más a la ferretería industrial. Alejandro, a la parte de riego y la producción ganadera.

Cuando había un asado, allí estaba Sebastián. Cuando había partidos de básquet con amigos, allí estaba Sebastián. Había jugado al rugby, cuando era joven, en el club Universitario. Fue al colegio Pedro Goyena.

Para su hermano, «el accidente pasó por falta de experiencia en el manejo de una moto así«.

Cuando eran chicos, la familia pasaba los tres meses de verano en el campo del abuelo, en Mayor Buratovich. Pese a que había nacido en el país, a Calixto lo anotaron en la frontera cuando fue la guerra de la Triple Alianza. No había registro civil del lado argentino. Para los documentos, entonces, era brasileño.

«Las vacaciones eran tres meses en el campo, todos los primos. Trabajábamos en el cultivo de cebolla, ajo, zapallo, cebada, horticultura, ganadería», contaron los hermanos Bernabé en una entrevista con el programa «Aire de campo«, del periodista Rubén Elías Berman.

Alejandro no quiso ir a buscar la moto a Catamarca, que quedó destruida. «Le pedí a un amigo mío que se ocupe», dijo. Ahora solo espera que la cuarta generación familiar continúe con el legado en la empresa. Como repetía su hermano Sebastián: «Somos afortunados, no sabemos hacer otra cosa que laburar«.