SOCIEDAD
La necesidad voraz y ansiosa de acumular libros que probablemente no se lleguen a leer en el transcurso de una vida
Daniel Barenboim solía recordar el asombro que le causaba, cuando era niño, entrar en una casa (de algún vecino, de algún compañero de escuela o amigo del barrio) y constatar que allí no había piano. Consagrado al teclado desde pequeño, habituado a que la música fuera el alma y el centro de cualquier reunión familiar o celebración hogareña, la presencia de un piano le parecía algo corriente, lo que le llamaba la atención era su ausencia.
Una extrañeza parecida, mezcla de desasosiego y perplejidad, invade al lector ferviente cada vez que entra en una casa donde no hay biblioteca. El ojo busca ansioso, casi por instinto, no ya la sala elegante o la boiserie suntuosa, pero sí los viejos estantes estoicos y chuecos por el peso, las pilas desgreñadas que obturan rincones y estrechan pasillos, la señal tranquilizadora, en definitiva, que rápidamente establece un territorio común, la lengua franca que allana un umbral de entendimiento, más allá de cualquier diferencia. Dos que leen. No importa qué (tomar examen sobre gustos y preferencias en esta materia es de inquisidores, no de lectores gozosos). Sin embargo, como los pianos de la infancia de Barenboim, los libros en las casas van camino de ser una rareza.
Sobre la cofradía de los que resisten, atrincherados en una pasión que fácilmente se tuerce en manía, el ensayista Antonio Castronuovo ha escrito su Diccionario del bibliómano. Nótese que evita la palabra bibliófilo, y eso marca un rumbo, porque se trata de una reflexión (llena de humor y autoironía que el iniciado, cómplice, hará propia) sobre ese punto sin retorno en que la predilección se vuelve adicción y el placer, “vicio”.
Todo empieza con la gula, nos dice el autor (más tarde se referirá a la “bibliofagia”). Llega el primer libro “después entran diez, treinta, y luego de los cien ya no nos detenemos más. Voraces y ansiosos, se cumple lo irreparable: se acumulan muchos, demasiados al fin. Y no es posible hacerlo de otro modo”. La casa entonces, el hábitat del pobre bicho lector, ya consumido por la carcoma del libro, empieza a organizarse en torno a los volúmenes. Se discute con la pareja (si ha tocado la mala suerte de que sea una persona sensata de esas que no comprenden el dulce mal del bibliómano), se desalojan otros objetos, se ocupan paredes, se planean incluso mudanzas al ritmo frenético de la avalancha de papel. Porque no hay que perderse una sola página, recomienda Castronuovo; incluso “hay que comprar los libros que a la noche no necesariamente se tiene ganas de leer, sino solo de hojear”. Y, glosando al crítico Giuseppe Pontiggia, nos alienta a dejarnos ir, locos de contento, y a ceder a la compulsión: “Es algo trivial hacerse los moderados con los libros […] Nunca dudar en la compra […] Y sobre todo, cuando el precio es alto, vale pensar en el término mágico ‘inversión’, ‘excusa de todos los negocios irreales’”.
«La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos»
En ese frenesí, Castronuovo defiende un concepto difícil de captar para el foráneo: la antibiblioteca, el vasto cúmulo de libros que abarrota repisas y que probablemente no lleguemos a leer en el transcurso de una vida: “quien posee millares de libros ha leído a lo sumo un décimo, incluso si los ha hojeado distraídamente a todos. La biblioteca privada es, en efecto, un instrumento de investigación, por lo cual los libros acumulados valen más que aquellos leídos: es fácil convenir sobre el hecho de que una biblioteca sirve si contiene la masa de aquello que no sabemos, que es bien mayor de aquello que en cambio sabemos. Y dado que con el paso de los años aumentan los conocimientos, crece también el número de libros para leer, que se acumulan cada vez más sobre los estantes. […] Se deduce que la recurrente pregunta: ‘¿los leyó todos?’ no solo carece de fundamento, sino que además es tonta en su esencia.”
Hay, con todo, un efecto secundario benéfico de esta pasión insana. Es sabido que cuanto más cultive uno sus entusiasmos, menos condicionado por ciertos límites de la biología se verá. La cultura emancipa de algunas fatalidades de la naturaleza. La pasión por el conocimiento, por el deporte, por las ideas o por el arte rompe, por ejemplo, las barreras de la edad, de la geografía. Un tablero de ajedrez, una disciplina científica, la obra de un compositor, el talento de un creador, acercan lo que el azar del tiempo y el espacio ha puesto distante. Sin esas aficiones quedamos atados al terruño exiguo de un momento y un lugar, al capricho del corte generacional y lo que las modas (por lo general lamentables cuando se las mira en perspectiva) hayan hecho con eso -y si sólo somos eso- con nosotros. En el cultivo de esas aficiones que nos salvan de la más plana existencia, por dispares que sean o alejadas de la literatura que estén, siempre, en algún recodo del camino, nos esperará un libro.
SOCIEDAD
Científicos españoles desarrollan un videojuego para anticiparse a los síntomas de alzhéimer y demencia
Hace 24 horas que Paz Rey Duarte no puede sacarse el mensaje de la cabeza: Posible riesgo detectado. Aunque ningún médico se lo ha diagnosticado formalmente, la mujer —73 años, de Vigo, pelo cano impecable— está convencida de que tiene alzhéimer. “Hace ya un tiempo que estoy notando que me olvido hasta de las cosas más sencillas”, dice mientras se acomoda un pañuelo de algodón que lleva atado al cuello para capear el frío atlántico de la costa del fin del mundo. No puede recordar, por ejemplo, ni el título ni el autor de la novela que está leyendo, tampoco el nombre del medicamento que lleva meses tomando todos los días. “Estoy preocupada”, apostilla.
Paz se sumó a los programas de prevención de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer y otras Demencias de Galicia (AFAGA) luego de jubilarse. En un principio era como participar de un club social para veteranos porque sus problemas de memoria aún no se habían manifestado. Pero justo el día antes de hablar con EL PAÍS, Paz se enteró de que tiene riesgo de sumarse a los 40.000 nuevos casos de alzhéimer que se diagnostican cada año en España y de los cuales el 65% corresponden a mujeres. La advertencia no se la dio un especialista, sino un videojuego.
La mujer ha probado de forma anticipada The Mind Guardian, una aplicación desarrollada por científicos del centro de investigación atlanTTic de la Universidad de Vigo y del grupo de Neurociencia Traslacional del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur, en colaboración con Samsung, que puso el dinero y el aparato técnico y empresarial para que la idea no quedara encajonada. La multinacional surcoreana tiene un programa, Tecnología con Propósito, que aplica la innovación tecnológica en la resolución de problemas sociales. Llevan invertidos más de 25 millones de euros.
La aplicación —gratuita, recomendada para mayores de 55 años— está disponible a partir de hoy martes para usuarios del sistema operativo Android en España.
The Mind Guardian es lo que se conoce como un instrumento de cribado. Es decir, no ofrece un diagnóstico médico como tal, sino que utiliza tres juegos y técnicas de inteligencia artificial para examinar al usuario y, a partir de la información recogida durante las diferentes pruebas —que miden la memoria episódica, la procedimental y la semántica—, clasificarlo como alguien con posible deterioro cognitivo o sin deterioro cognitivo. El desarrollo tiene el aval científico de la Sociedad Española de Neurología y de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.
La aplicación identificó a Paz como “persona de riesgo” y ahora maneja dos opciones: consultar a un experto para que le haga un diagnóstico más a fondo y confirmar la advertencia, o esperar seis meses y repetir las pruebas dentro de la app para ver qué resultados arroja. En el medio, cree que su mejor alternativa es estar alerta a los síntomas y pedir asesoramiento para conocer qué tipo de hábitos podrían ralentizar el avance de su, por ahora, probable deterioro cognitivo.
Un invento hecho en Galicia
El germen de The Mind Guardian hay que ir a buscarlo a la ladera de un monte en la parroquia de Zamanes, a las afueras de Vigo. Allí, rodeados de robles, pinos y castaños húmedos, están los laboratorios del centro de investigación atlanTTic, donde se brujulean sistemas telemáticos y otras tecnologías. Luis Anido es catedrático en telecomunicaciones de la universidad y hace años que se dedica a tender puentes entre la neurociencia y la tecnología.
En 2014 —en un contexto en el que las cifras de prevalencia de demencia entre personas mayores aumentaron en Galicia—, Anido y su equipo descubrieron que, al contrario de lo que se podría suponer, los videojuegos eran una manera muy efectiva de vincular a los adultos mayores con los desarrollos tecnológicos. Así fue que se pusieron a estudiar el posible uso combinado de técnicas de gamificación e inteligencia artificial con pruebas médicas, para crear un instrumento que pudiera medir el deterioro cognitivo del usuario y que el resultado tuviera validez clínica.
Con ese espíritu nació Panoramix, una batería de videojuegos para poder identificar posibles trastornos neuronales ya en sus primeras fases, cuando todavía los síntomas no son evidentes. Los diferentes juegos se basaron en los test convencionales usados en hospitales y clínicas para medir la capacidad de memoria y la atención. El proyecto comenzó a probarse en los pacientes nucleados dentro de AFAGA con resultados contundentes: 97,1% de exactitud estadística en la detección de deterioro cognitivo.
En el medio de todas esas pruebas y experimentos cayó la noticia: la madre de Anido, de 88 años, fue diagnosticada con alzhéimer. Lo profesional terminó cruzando a la vereda de lo personal.
“Ya no me recuerda”, dice el investigador apoyando los codos sobre una barandilla con vistas al campus universitario, un paisaje escarpado y desnudo que aguarda la llegada de la primavera. Y añade: “Yo tampoco recuerdo cómo era ella antes de la enfermedad. A veces, para hacerlo, miro vídeos familiares de otras épocas”. El alzhéimer de su mamá ya es irrefrenable: solo queda intentar mejorar su calidad de vida. Pero la aplicación que Anido y su colega, Manuel José Fernández —quien afirma con seguridad que el alzhéimer es “la pandemia del futuro”—, han desarrollado, sí podría marcar una diferencia en la vida de otros pacientes.
“Cuando enfermó”, recuerda el científico, “mi madre no fue consciente de su propio deterioro. Todas las decisiones alrededor de su vida y su tratamiento tuvimos que tomarlas nosotros, sus hijos. Perdió su libertad. El videojuego puede permitirle a otras personas adelantarse unos pasos al avance de la enfermedad y planificar cómo van a vivir en los próximos años”. La prevención es, en definitiva, la razón de ser de The Mind Guardian.
Una alerta a tiempo
La oficina de Carlos Spuch en el Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur (IIS) queda en la planta baja del Hospital Universitario Álvaro Cunqueiro. Es un edificio funcionalista y contemporáneo con una fachada de enormes lamas metálicas con vistas a la ría de Vigo. Spuch trabaja allí monitorizando y divulgando el avance de las enfermedades neurodegenerativas entre la envejecida población de Galicia, donde más del 26% de los habitantes superan los 65 años. La comunidad autónoma es un laboratorio a cielo abierto para el estudio de las alteraciones cerebrales en la tercera edad. “La clave con estas enfermedades es la detección temprana. El diagnóstico suele aparecer cuando los síntomas ya son muy evidentes y es demasiado tarde”, explica el neurólogo con un acento gallego pronunciado.
Spuch ha participado en la evaluación científica de The Mind Guardian, colaborando en los estudios clínicos en pacientes diagnosticados con deterioro cognitivo para determinar la fiabilidad de la aplicación. “Era la primera vez que veía cómo un sistema tecnológico se podía poner al servicio de las enfermedades neurológicas y me pareció interesante”, explica. El valor de este desarrollo, según el experto, es que permite poner al alcance de los dedos de las personas mayores una herramienta de detección temprana con la facilidad de un videojuego. “Si quisieras aplicarle a un paciente los mismos test que se aplican a través de los juegos de The Mind Guardian, necesitarías una consulta de dos horas con un funcionario capacitado. Sin embargo, esto permite hacerlos de manera muy sencilla, desde casa, en 45 minutos y jugando”, señala. Además, como la aplicación recomienda jugar en un entorno tranquilo y cómodo, se puede evitar el “efecto bata blanca”, en el que los resultados de un test pueden tener sesgos, ya que los pacientes suelen inquietarse o alarmarse en entornos hospitalarios y cometer más errores.
Si al final del juego, el resultado arroja la alerta de posible riesgo de deterioro, el usuario puede llevar ese informe a la consulta y someterse a un diagnóstico más estricto. “Es un mensaje de que tienes que cambiar algunos hábitos”, explica Spuch. Para ralentizar el deterioro, las personas pueden practicar ejercicio físico intenso, evitar los ultraprocesados en su alimentación y, más que nada, socializar. “La actividad social es lo que hace la diferencia en cuanto a la cognición. Lo peor que puede hacer una persona con deterioro cognitivo es aislarse”.
La experiencia de Paz, la mujer gallega de 73 años que acaba de probar la aplicación, parece comprobar esa teoría. “Lo que más disfruto de pertenecer a los grupos de AFAGA es la parte social. Yo no sé si servirá, pero que la pasamos bien, la pasamos bien”. También asegura que si está pasando algo dentro de su cerebro, quiere saberlo. “A ver si hay algún tipo de medicina preventiva y yo me la estoy perdiendo por miedo a los resultados de un test. Prefiero ser consciente de a lo que me voy a enfrentar y estar preparada para ello”, afirma sonriente.
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Juego Gratis Pokémon: Recordando Pokémon Quest, explora la Isla Tumblecube en tu Nintendo Switch – Nintenderos
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SOCIEDAD
Pasaba su último día de vacaciones con amigos, quiso cruzar el río Correntoso y murió ahogado
Un plan familiar y de amigos terminó en una tragedia en Villa La Angostura el martes, cuando un joven bonaerense se zambulló en un río para cruzarlo y murió en presencia de sus seres queridos. La víctima, de 25 años, pasaba el último día de sus vacaciones.
Todo sucedió en la vera del río Correntoso, en Villa La Angostura, provincia de Neuquén, el martes alrededor de las 15.10. Gonzalo Alejandro Schalles, de 25 años y vecino de Maquinista Savio (una localidad bonaerense repartida entre Escobar y Pilar), pasaba su último día de vacaciones junto con su novia, su hija bebé y algunos amigos. Se disponían a cruzar el río, que es considerado como el más corto del mundo, y Schalles tomó la iniciativa. Sin embargo, la corriente lo arrastró y se ahogó.
La Policía de Neuquén fue alertada y sobre las 16 llegó al lugar. El comisario de la seccional de Villa La Angostura que intervino, Marcos Oviedo, declaró al medio LMNeuquén: «Nos avisaron sobre una persona que estaban sacando del brazo del río con signos de ahogamiento. Nosotros llegamos al lugar y ya estaba interviniendo personal médico del hospital y algunos turistas circunstanciales que ayudaron a sacarlo del fondo del río».
Según testigos de la situación, los allegados de Schalles alcanzaron a sacarlo del cauce de agua y lograron que pudiera ser atendido fuera del agua.
«Se tiró al río porque sabía nadar, cruzó el brazo de ida y cuando regresaba se lo llevó la creciente, pero quienes estaban con él no se dieron cuenta de lo que sucedía hasta que vieron que estaba inmerso en el agua», detalló el comisario.
«Lo trasladaron con presunción de signos vitales, los médicos que lo atendieron de urgencia le practicaron maniobras de reanimación y todos los protocolos, pero no pudieron salvarlo. Y se confirmó el fallecimiento a las 16.40 horas», continuó.
Fue también Oviedo quien comentó que la víctima estaba pasando su último día en la ciudad cordillerana junto con su pareja, su hija de tres años y un grupo de amigos, y que desde que se conoció la noticia del fallecimiento de Schalles otros familiares viajaron desde Buenos Aires hacia Villa La Angostura para estar presentes cuando el cuerpo sea entregado.
Será después de que se conozcan los resultados de la autopsia, la cual fue requerida por el Ministerio Público Fiscal neuquino para que se pueda precisar las causas exactas de la muerte.
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