SOCIEDAD
Otra vez la pesadilla que lo cambia todo: el regreso de la turbulencia que radicalizó a EE.UU
Un presidente que desiste de buscar la reelección. El candidato con más posibilidades de sucederlo es atacado. Una guerra lejana golpea a Estados Unidos y lo divide. Las calles se movilizan hasta la violencia, antes y después.
No, no es 2024. Es 1968, el año de las turbulencias extremas que se proyectó sobre la siguiente década con su aura división política y conflictos internos e internacionales y que aún hoy alimenta una de las mayores grietas de la historia norteamericana.
En marzo de ese año, el entonces presidente Lyndon B. Johnson, acosado por el fracaso de las fuerzas norteamericanas en Vietnam, anunció que no buscaría su reelección. Unos meses después, en junio, Robert Kennedy, la esperanza demócrata para retener la Casa Blanca, fue asesinado en California.
Ése no fue el comienzo de la violencia política; fue más bien uno de sus picos. Unos meses antes, en enero de 1968, Martin Luther King había sido asesinado. A los años anteriores no les había faltado ni muerte ni odio: el magnicidio de John Kennedy; los grupos extremistas; la protesta permanente con la guerra como blanco y, detrás de ella, la puja por los derechos civiles de las minorías y la creciente enemistad entre republicanos y demócratas.
La conmoción por la muerte de Robert Kennedy no fue suficiente para calmar a Estados Unidos. Todo lo contrario. Las calles sumaron odio y la política se alteró como pocos preveían. Las elecciones de 1968 fueron ganadas por el republicano Richard Nixon, el presidente que seis años después debería renunciar, acosado por el Watergate, el escándalo por el espionaje en oficinas demócratas ordenado por él mismo. En lugar de normalizarse, la política norteamericana siguió su rumbo de turbulencia.
¿Es ése el escenario que le espera a Estados Unidos después del ataque contra Donald Trump en Pensilvania? Hoy varios de los fenómenos de 1968 que proyectaron la división política de los 70 se repiten. El ataque contra Donald Trump no es un acto de violencia aislado; es más bien otro capítulo en un fenómeno de varios años. El regreso de 1968 es un fantasma que recorre desde hace casi una década las calles norteamericanas aun cuando sus líderes, republicanos o demócratas, conscientes del impacto de esos años turbulentos se esfuerzan en advertir sobre cuánto debilita a la democracia norteamericana.
No es solo polarización sobre derechos sociales o la política exterior, no es solo una guerra cultural, es también la muerte. Desde los enfrentamientos en la marcha supremacista de Charlottesville, en 2017, y la ideologizada convulsión en Portland, en 2020, hasta el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
¿Seguirá esa violencia ahora o el shock por el ataque a Trump será un fuerte llamado de atención a dirigentes y votantes sobre la necesidad de desacelerar la deriva polarizante? La respuesta estará en la investigación sobre lo que sucedió en Pensilvania y en la reacción de la clase política. Por un lado, los seguidores de Trump seguramente se alinearán con la respuesta del expresidente. En 2021, ellos lideraron la traumatizante toma del Capitolio en protesta por lo que creían era un robo electoral en los comicios de 2020, una hipótesis repetida por Trump e insistentemente desmentida por la Justicia. Eso es un mal presagio para 2024.
Si la investigación apunta a grupos de izquierda, los seguidores de Trump bien podrían buscar venganza en las calles: después de todo, ya lo hicieron el 6 de enero de 2021 movilizados por teorías conspirativas y mentiras.
Así como será decisiva la respuesta de Trump a este intento de magnicidio, la reacción de Biden y los demócratas será también clave para azuzar o neutralizar la violencia.
La ofensiva permanente contra Trump y su asociación con instintos autocráticos y la propalación de la violencia son los argumentos electorales esenciales de un Biden que pugna por resistir a la presión demócrata para que ceda su lugar a alguien más joven y enérgico. El ataque al expresidente lo despoja al actual mandatario de esos ejes de campaña.
Por un tiempo, cualquier crítica a Trump se sentirá como un nuevo ataque a una víctima, una revictimización. Debilitado a más no poder, Biden tendrá que buscar rápidamente un nuevo discurso para confrontar con su rival, recostado en una fuerte ola de solidaridad que, en otros países, como Brasil, ayudó a otros candidatos a ganar comicios.
Hasta ayer eso era difícil; a partir de ahora eso será casi imposible. Si hasta esta semana los sondeos asustaban al oficialismo, desde hoy, el pánico los abrazará.
¿Es decir que la campaña para el 5 de noviembre de 2024 terminó ya, incluso antes de que los candidatos sean oficialmente nominados en sus respectivas convenciones, y hay un ganador en ciernes? Demasiado alterado y lleno de imprevistos está este ciclo electoral como para sentenciar el resultado hoy. El camino de la política norteamericana es incluso más sinuoso que en 1968 y la década del 70. Y la violencia lo amenaza tanto como en esos años.
El interrogante de fondo para todos los norteamericanos tal vez va más allá hoy de quién será su próximo presidente. Quizá la pregunta sea cuánto más puede resistir esta democracia que Estados Unidos trató de vender al mundo como un modelo global.
SOCIEDAD
Lo que sabemos sobre los ciberataques rusos a webs españolas: “Pueden ser la punta del iceberg”
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se reunió en Kiev con su homólogo ucranio el pasado 24 de febrero. Allí anunció ayudas por valor de 1.000 millones de euros anuales durante una década para apoyar el esfuerzo bélico del país. Dos días después del encuentro, se desató una campaña de ciberataques contra objetivos institucionales y empresariales españoles que todavía está activa. Las intrusiones han sido reivindicadas por grupos de hackers rusos y se inscriben en lo que Sánchez ha llamado la guerra híbrida que sostiene Moscú contra los países de la UE. “Con estos ataques queremos decirle al gobierno (sic) español que deje de apoyar a Ucrania. Si esto no sucede (sic) pasaremos a las webs gubernamentales. Y también a las grandes empresas”, publicó el grupo de hackers rusos TwoNet en un grupo de Telegram el pasado 3 de marzo.
Entre las víctimas que han confirmado serlo o cuyas intrusiones han sido identificadas por la comunidad hacker se cuentan ayuntamientos, diputaciones, consejerías de comunidades autónomas y ministerios como los de Interior, Defensa, Exteriores o Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. El Centro Criptológico Nacional (CCN-CERT), el Estado Mayor de la Defensa (EMAD) o el Departamento de Seguridad Nacional también han sido atacados, igual que La Moncloa, la Casa Real, fundaciones como el Real Instituto Elcano o Cidob, empresas como El Corte Inglés o Legálitas y medios como Newtral.
La mezcla de objetivos no es casual: se combinan ataques a sistemas presumiblemente poco defendidos, como los de los ayuntamientos o diputaciones, con los de las instituciones más representativas del poder soberano (Moncloa, Defensa, Interior o CCN). “Estos ciberataques buscan notoriedad y crear la sensación de que estamos desprotegidos”, sostiene Marcelino Madrigal, experto en redes y ciberseguridad.
La mayoría de ciberataques registrados en las últimas tres semanas (al menos 70, según fuentes consultadas) son de denegación de servicio distribuido (DDoS), que consisten en saturar los sistemas bombardeando los servidores con un aluvión de solicitudes. “Una vez caídas, los atacantes hacen una captura de pantalla como prueba de su éxito y la exhiben como un trofeo”, apunta Hervé Lambert, director de operaciones globales de Panda Security.
Esta variedad de ciberataques, de muy baja complejidad técnica, logran interrumpir los servicios de los sistemas objetivo, aunque no borran datos. “De manera general, lo que hemos visto son interrupciones puntuales y breves, que no han tenido tampoco consecuencias duraderas en la operatividad”, señalan fuentes del Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe).
¿Grupos autónomos o coordinados?
Se ha identificado a al menos siete grupos de hackers vinculados a Rusia como autores de la campaña de ciberataques. Entre los más activos se cuentan TwoNet o NoName057, pero también han participado otros, como People’s Cyber Army of Russia, Cyber Army of Russia Reborn, KillNet o Z-Pentest. “Aunque no se puede confirmar con certeza, probablemente están ligados de una u otra forma al gobierno ruso y a sus intereses”, asegura José Rosell, consejero delegado de S2Grupo. Es casi imposible atribuir la procedencia de un ciberataque si quien lo perpetra tiene suficientes conocimientos técnicos y quiere pasar desapercibido. De ahí que muchos gobiernos recurran extraoficialmente a la arena cibernética para realizar acciones de sabotaje.
Poco se sabe de los equipos de hackers rusos involucrados en la campaña contra España, más allá de su autorreivindicada entrega a una causa común (la defensa de los intereses de Rusia) y de que se comunican entre sí mediante Telegram, la popular aplicación de mensajería instantánea de origen ruso. Usan ese canal para difundir sus comunicados y apuntar sus objetivos a través de convocatorias a las que se pueden sumar hackers autónomos. Están operativos desde que se inició la guerra, aunque en las últimas semanas han aumentado notablemente su actividad. “No habría que magnificar estos ataques, que son más bien rutinarios. Tienen un alto componente de propaganda”, apuntan a este periódico fuentes del CCN-CERT.
Curiosamente, a estos grupos de hackers rusos se han sumado otros de distinta procedencia, como Mr Hamza, de Argelia; un grupo hacktivista islamista de Malasia, Dxploit, o el grupo antiisraelí Dark Storm, que se ha atribuido esta misma semana un ciberataque que afectó a X. “Me llama la atención que Dark Storm haya intensificado su actividad en España durante la última semana, justo cuando lo hacen los grupos rusos. Es muy difícil saber si es por coincidencia, oportunismo o coordinación”, dice David Arroyo Guardeño, investigador principal del grupo Ciberseguridad y Protección de la Privacidad del CSIC.
A este cóctel hay que sumarle grupos pro rusos ubicados en España, que difunden los comunicados de los hackers y apoyan su trabajo. “Hay muchos canales de desinformación pro rusa que son los mismos que se declaran anti agenda 2030, que habían participado en las tractoradas o que difundieron propaganda antivacunas durante la pandemia. Parece claro que son células permanentes que buscan hacer ruido y desestabilizar al Gobierno”, aventura Madrigal.
Guerra híbrida
“Los ataques DDoS son molestos, pero no producen grandes daños”, apunta Madrigal. Y añade: “Estas campañas también se utilizan para sondear el nivel de seguridad que tiene una víctima de cara a futuros ataques”. Esa es precisamente una de las incógnitas que rodean a los ciberataques que sufre España: si su intensidad irá disipándose con el paso del tiempo o si son el prolegómeno de algo mayor todavía por llegar. Volcado en los últimos días en argumentar por qué España debe aumentar el gasto militar, el presidente del Gobierno ha inscrito esta campaña en la llamada guerra híbrida que sostiene Moscú contra buena parte de la UE. “Tuvimos la semana pasada un ciberataque que llegaba de Rusia”, reconoció el presidente el miércoles en Helsinki tras entrevistarse con su homólogo finlandés, Petteri Orpo. “Es importante enfrentarnos a un debate troncal [sobre el aumento del gasto militar]”, dijo.
“Los ataques DDoS a veces se usan como cortina de humo para encubrir operaciones más dañinas”, añade Lambert. “Al distraer la atención de los técnicos para reparar la caída visible, los atacantes podrían aprovechar la distracción para infiltrarse por otra vía, robar datos sensibles o implantar malware [código malicioso] sin ser detectados”.
Esta segunda tarea, más sofisticada, recaería en otra modalidad de hackers: las llamadas amenazas persistentes avanzadas (APT), equipos patrocinados por países compuestos por profesionales con capacidades equivalentes a las de los servicios secretos. “Rusia cuenta con grupos de ciberespionaje militar altamente sofisticados, como APT28 (Fancy Bear) y APT29 (Cozy Bear) –del SVR, inteligencia exterior–, que han estado activos en objetivos españoles”, abunda Lambert. Este experto recuerda que, en 2023, APT28 fue acusado de lanzar campañas de phishing (suplantación de identidad mediante comunicaciones fraudulentas) contra empresas de la industria de defensa española como Navantia para robar credenciales y datos tecnológicos sensibles. El mismo grupo habría atacado ese año redes internas de ministerios españoles, según informes del CNI. Por su parte, APT29 logró acceder también en 2023 a servicios en la nube del sector público español mediante correos comprometidos enviados desde embajadas.
“Los ataques DDoS recientes en España han sido principalmente un acto de ciberguerra de bajo nivel e impacto limitado, a modo de represalia visible por el apoyo a Ucrania. Sin embargo, no deben tomarse a la ligera: además de su efecto propagandístico y disruptivo momentáneo, pueden ser la punta del iceberg de una estrategia más amplia”, opina Lambert.
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SOCIEDAD
Pokémon GO: Datamine parece desvelar nuevas funciones en camino para los Combates Max y más – Nintenderos
Vuelven a llegarnos más contenidos confirmados recientemente para Pokémon GO. Ya tenemos novedades que sin duda os interesarán.
Después de conocer los detalles del GO Fest 2025, ahora tenemos nuevo e interesante datamine que apunta a que los siguientes contenidos están en camino:
- Posibles objetos para subir IV de Pokémon
- Posibles Combates Max remotos
- Ataques exclusivos de Zacian y Zamazenta Supremos
No lo olvidéis, tenéis todos los códigos que funcionan actualmente aquí. ¿Qué os ha parecido esta información que nos ha llegado hoy mismo a la web? Si estáis interesados, podéis echar un vistazo a nuestra cobertura completa sobre GO en este enlace. Para terminar, os dejamos con nuestra guía completa y actualizada de Pokémon GO.
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