INTERNACIONAL
Historias de Brasil: el ruidoso micrófono de Lula da Silva y el agónico desafío de Jair Bolsonaro
Brasil parecería volver a girar sobre un punto conocido. El regreso al poder desde los escombros políticos del petista Lula da Silva fue consecuencia del fallido gobierno populista de Jair Bolsonaro y especialmente de su personalidad disruptiva, racista y fanática.
El líder derechista, a su vez, había logrado el imposible de alcanzar la presidencia desde su insignificancia previa montado en los graves derrapes y autosuficiencia de las administraciones de Dilma Rousseff, la ex poderosa ministra de Lula que cerró en colapso aquella época inicial del PT.
Ahora es Lula quien podría estar experimentando la reconstrucción del poder que se imaginaba extinguido de su antecesor. Es lo que los partidarios de Bolsonaro traducen del multitudinario acto del pasado domingo 25 en la Avenida Paulista. Pero quizá se trate de una conclusión exagerada.
La centralidad de Bolsonaro sucede como reacción a un notable alijo de evidencias sobre los pasos del propio ex presidente que culminaron en la insurrección del 8 de enero de 2023. Ese domingo amargo, apenas días después de la asunción de Lula, una horda de fanáticos del ex mandatario asaltó las sedes del Ejecutivo, el Poder Judicial y el Parlamento en la Plaza de los Tres poderes de Brasilia.
El gravísimo episodio fue el desenlace de la demanda para anular con un golpe la estrecha victoria electoral del líder del PT proferida por huestes extremistas acampadas frente a los cuarteles. Grave extravagancia en la mayor democracia del continente.
Aquellas pruebas son tan definitivas que el ex presidente en su discurso a la muchedumbre derrapó en un fallido que entretuvo al oficialismo. «O que é golpe? É tanque na rua, é arma, conspiração. Nada disso foi feito no Brasil» («¿Qué es un golpe de estado? Es un tanque en la calle, un arma, una conspiración. Nada de esto se hizo en Brasil») «Agora o golpe é porque tem uma minuta do decreto de estado de defesa? Golpe usando a Constituição? («¿Ahora el golpe se debe a que hay un proyecto de decreto de defensa del Estado? ¿Golpe utilizando la Constitución?»). Inesperada admisión de que existía un texto con esas intenciones insurgentes.
Evidencias golpistas
La investigación contra Bolsonaro abreva en mensajes y testimonios del teniente coronel Mauro Cid, ex ayudante de campo del mandatario. De esa fuente surge que en una reunión en julio de 2022 Bolsonaro “sugirió formas de atacar el sistema electoral y -tras las elecciones de octubre de ese año-, su papel en la redacción del supuesto proyecto de decreto en el que el golpe d’état se basaría”, detalla Folha. El decreto que citó el ex presidente.
El gobierno no demoró en aprovechar el mensaje. «Tal vez esta sea la primera vez en la historia que personas que cometieron actos criminales convocan un evento en una plaza pública y en medio de la multitud confiesan el crimen y van más allá”, dijo el jefe de Gabinete Rui Costa.
En la manifestación que le armó su pastor predilecto, Silas Malafaia, Bolsonaro buscó mostrarse moderado, aliviar tensiones y no hubo allí al grito golpista de “eu autorizo” que marcó en el pasado sus reiterados ataques al sistema electoral.
Quedó claro que el ex presidente se siente acorralado por las causas judiciales que ya le valieron una condena por las denuncias infundadas de fraude, el retiro del pasaporte y la inelegibilidad para cargos públicos hasta 2030. Pero con el acto consiguió la foto que pretendía para exhibir que mantiene su base de votos intacta, 25% de fidelidad pese al aluvión de denuncias, capacidad para amplificar la grieta en el país y advertir sobre eventuales costos políticos si continúa la ofensiva.
Un punto a su favor fue la presencia en el escenario del gobernador de San Pablo, Tarcisio de Freitas, el de Minas Gerais, Romeu Zema o el de Santa Catarina, Jorginho Mello entre otros. Pesos pesados que en realidad compiten por el botín electoral de Bolsonaro seguros de que el futuro los aguarda.
Desde esa perspectiva la manifestación de San Pablo fue también una expresión de debilidad, que es la mirada que prefiere el oficialismo, incluso avisando con mordacidad que hubo menos gente de lo que el ultraderechista esperaba. Pero a Lula no le convendría caer en subestimaciones.
En los orígenes de su tercer mandato, el líder del PT era renuente a un castigo sobre su antecesor para no facilitarle el camino político con una victimización y la energía prestada de permanecer mano a mano en un ring con el presidente. Era mejor apostar al olvido.
El juez supremo Alexandr de Moraes, a quien Bolsonaro atacó durante años, no se detuvo en esas consideraciones y armó una causa que puede ser terminante para el destino del ex jefe de Estado.
Lula ahora debería observar con mayor atención la base electoral que mantiene esa vereda, no son todos extremistas. No debería perder de vista que llegó a la presidencia por apenas 1,8% de los votos y en la segunda vuelta de una elección que se definió desde el centro por la clase media harta de la intolerancia de Bolsonaro.
El peso de ese sector social fue tal que el PT en la campaña lavó su color rojo a uno blanco, mostró a Lula rezando y silenció los extremos del origen de izquierda del PT. Símbolos que en realidad se habían ya disuelto como prueba el gabinete económico de línea ortodoxa que encabeza el pragmático Fernando Haddad, aupado por los mercados tras el inesperado crecimiento de 2,9% el año pasado y con una inflación anual de 4,62% dentro de las metas por primera vez desde 2020.
Esos éxitos, que prueban la resiliencia del gigante sudamericano y sostienen al alza la imagen de Lula, no se repetirán este año reconoce el propio ministerio de Economía. Entra, además, en seria duda el objetivo gubernamental de déficit presupuestario cero en 2024 y el riesgo de una expansión del gasto público.
Lo preocupante, señala Estadao, es la baja velocidad del crecimiento económico del tercer al cuarto trimestre, del 0,1%; la certeza de que la agroindustria no repetirá el desempeño de 2023 y la reducción de las inversiones, del 3% respecto a 2022.
La Fundación Getulio Vargas proyecta que el país crecerá +1,4% este año. Los mercados, según el Boletín Focus del Central, promedian un +1,6%, mientras que el gobierno calcula +2,2%. El escollo de altísimas tasas de interés, en 12,25%, tiende a aliviarse. Hasta ahora, el Banco Central gobernado por un apasionado de la ortodoxia, ordenó tres reducciones de los tipos de 50 puntos básicos cada una, y están en camino al menos dos recortes adicionales de igual magnitud. Pero es insuficiente.
Se trata de un terreno delicado y para el gobierno será central mantener la seducción sobre aquel electorado moderado con vistas a las elecciones municipales de octubre próximo tras el rotundo fracaso del PT en la cita de 2020. El acto callejero de Bolsonaro también apunta a ese examen. Ganar los municipios confirma poder político. Lula lo necesita para reducir el desafío que le plantea la derecha que controla el Congreso y lo obliga a un virtual cogobierno.
Micrófono setentista
Por lo tanto debería revisar su apego a un micrófono setentista, por momentos insólito, que daña su liderazgo y asusta al voto moderado en especial si los números de la economía llegan con límites. En ese sentido, marcar que no hay democracia en Venezuela, al revés de lo que el líder del PT ha señalado con énfasis y apurar una condena a la escalada despótica chavista contra la oposición, la prensa y los organismos de DD.HH.
Tampoco ha tenido la culpa Ucrania de la guerra que le declaró Rusia como sostuvo en contrario Lula después de su viaje a China y sería importante denunciar la escandalosa muerte del opositor Alexei Navalni y no silenciarlo como ha hecho el presidente.
Al mismo tiempo falló al comparar el Holocausto judío con la pesadilla de Gaza. Subestimó así la tragedia histórica que generó el nazismo contra el pueblo judío como la seriedad con que debe abordarse el desastre que experimentan los palestinos de ese territorio. Hay un gobierno en Israel a ser cuestionado como lo hizo con mayor nivel el canciller Mauro Vieira sin caer en consignas antipáticas y provocadoras.
Esas miradas de un mundo que ya no es son disparos en los pies que pavimentan el camino de los bolsonaristas o de sus aliados. Como señaló Valor Económico, que no suele ser indulgente con el gobierno, “son votantes que sostienen que las urnas fueron manipuladas e ignoran los avances de este gobierno, al que atribuyen aumentos vertiginosos de los precios y corrupción rampante. Una multitud impregnada del virus del negacionismo que regresa con una amplia y resistente cepa de contagio”.
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