Todo esto sin considerar la política internacional suicida, los pésimos resultados económicos, la caída en la recaudación producto de la depresión constante en la actividad económica y la pérdida de capacidad de compra de los salarios. El gobierno celebra despidos de empleados públicos, trata de presentar como inevitable el fenómeno similar en el sector privado, donde las suspensiones iniciales se van transformando en bajas definitivas.

La sensación de fracaso atraviesa a todo el arco político, económico y social. Salvo los asesores de Javier Milei, ningún economista serio deja de decretar la defunción de la gestión de Luis Caputo. El supuesto plan fue sólo de destrucción de la economía argentina y de beneficio para los especuladores financieros, tal como es característico en el “Toto”. Bancos y empresas internacionales se están yendo a paso acelerado de un país cuyo mercado interno ha sido detonado. Quienes han sido nuestros principales socios comerciales, como China o Brasil, han sido ofendidos por el presidente y su séquito y planean mayores sanciones al comercio bilateral o a las inversiones. Los “amigos” del presidente lo elogian en X, pero no acercan un centavo. De los 30.000 millones de dólares que prometió acercar Caputo, ni noticias.

El FMI, por su parte, no deja de marcarle la cancha al gobierno, dejando en claro que no habrá un centavo sin un cambio drástico de la política económica. Devaluación y eliminación del cepo es lo exigido; lo mismo que demanda el campo para liquidar los 15.000 millones de dólares de la cosecha gruesa que duermen el sueño de los justos en silobolsas, aunque también, en este caso, se reclama la eliminación de retenciones. Ni siquiera los grandes empresarios que apoyaron hasta hace poco a Milei asoman la cabeza: ya consiguieron lo que buscaban gracias a prebendas concedidas por el presidente, o nuevas reglas de juego aportadas por el RIGI, la ley Bases y el paquete fiscal.

El presidente dilató cuanto pudo la designación de Federico Sturzenegger. Sabida es la pésima relación que mantiene con Luis Caputo, y que es número puesto para sucederlo en Economía, aplicando un programa acorde con las exigencias del FMI. El cambio es inminente. Después de la fallida conferencia de prensa de hace ocho días y la desastrosa reunión con los bancos, el titular de Economía dejó en claro que no tiene plan B para reemplazar al colapsado diagrama inicial: la recaudación cayó 15 por ciento; la inflación se incrementó en junio; la actividad económica y comercial siguió hundiéndose; todos los dólares paralelos se dispararon y, en el mes clave para incrementar las reservas, el balance del Banco Central resultó negativo; en lo inmediato deberán erogarse alrededor de 3.000 millones de dólares por intereses de los bonos soberanos emitidos por este gobierno; la deuda externa se incrementó en 65.000 millones de dólares en sólo seis meses de la gestión Milei; y, para colmo de males, en  apenas seis días la base monetaria creció más del 26 por ciento. En efecto, entre el 24 de junio y el 1 de julio pasó de 17.940.751 billones de pesos a 24.291.397 billones. Los bancos temen un default y se deshicieron de papeles inservibles que el gobierno se comprometió a absorber, y para ello, le dio una vez más a la maquinita, aunque Milei haya asegurado que se trataba de un crimen de “lesa humanidad”.

Las mentiras con las que el presidente y sus allegados pretendieron distraer a la opinión pública les están explotando en su cara. Ya no hay superávit, ni emisión cero, ni baja de la inflación. En este contexto, el gobierno pretende celebrar el promocionado Pacto de Mayo el día 9 de julio. “Irán algunos gobernadores y legisladores por obligación, pero se trata de una cáscara vacía: murió antes de nacer”.

Las últimas encuestas presentan a un Javier Milei respaldado por apenas algo más del 30 por ciento de la sociedad, aunque las expectativas de mejora suban a casi un 50 por ciento. Algo lógico, ya que no se presentan alternativas concretas de la oposición. Pero el curso negativo de la economía es el muro en el que las ilusiones se hacen añicos.

Aunque no lo manifieste en alta voz, el interrogante que se plantea la dirigencia es si la segunda etapa del gobierno será no sólo sin Caputo, sino también sin Milei.

¿Podrá reacomodarse el presidente a un cambio drástico en las políticas económicas? ¿Accederá a una intervención de su gobierno por parte de Mauricio Macri, o esta llegaría en caso de que la vicepresidenta Victoria Villarruel pase a ocupar la jefatura del estado? ¿Aceptará Milei convertirse en una figura decorativa de su gobierno, cediéndole el manejo al establishment, a través de Sturzenegger y compañía? ¿O la salida estará en una asamblea legislativa que designe a un nuevo presidente?

Cuando todas las alternativas son malas, la crisis se convierte en catástrofe. En off todos coinciden que sólo es una cuestión de tiempos: el problema son los costos adicionales que la actual gestión continuará propinándole a la economía y a la sociedad argentina. Nada menos. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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