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SOCIEDAD

La Ciudad presentó un plan con el que buscan revertir los malos resultados educativos

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El desafío está planteado. En un contexto en el que las tecnologías digitales -potenciadas por la Inteligencia Artificial- avanzan en el mundo, y generan todo tipo de nuevas oportunidades, son cada vez más los jóvenes en el país que tienen serios problemas para hacer un cálculo matemático básico o comprender un texto. Oportunidades perdidas.

La Ciudad de Buenos Aires dice que tiene un plan para encarar este problema y reducir la brecha que se produce entre lo que las empresas más dinámicas demandan y el sistema educativo entrega. Es un plan que luce bien ambicioso, que ya arrancó este año, y que busca impactar en todos los ciudadanos porteños, no solo los que hoy van a la escuela.

Le pusieron de nombre “Buenos Aires Aprende” y tiene como principales objetivos mejorar los resultados de Lengua y Matemática (en los primeros grados de la primaria), avanzar en cambios en la organización escolar e incorporar la tecnología en la escuela, tanto en lo pedagógico como lo administrativo.

Clases en una escuela porteña.

Implica cambios en las formas de enseñar, apunta a escuelas primarias y secundarias, tanto públicas como privadas. Es a cuatro años (la gestión de Jorge Macri) y, dicen que habrá revisión de las metas cada dos: en 2025 y 2027.

El plan tiene como puntos de partida resultados educativos bien preocupantes. En la Ciudad, solo 29 de cada 100 alumnos que arrancan primer grado terminan la secundaria a tiempo y con nivel aceptable de Lectura y Matemática. Al terminar la escuela media y salir al mundo del trabajo o la universidad, 1 de cada 3 no entiende lo que lee y 6 de cada 10 tiene problemas con los números.

“Estamos todos como fingiendo demencia. Los alumnos van a la escuela, pero muchos no aprenden. Queremos hacer un cambio de paradigma. Lograr que los alumnos aprendan y los docentes no se frustren, porque sienten que fracasan. El sistema, así como está, no funciona”, dijo el jefe de Gobierno Jorge Macri en la presentación del plan.

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Desde la Ciudad afirman que el plan ya fue presentado a más de mil maestros y directores de escuelas, y que cuenta con el visto bueno de los sindicatos docentes del distrito.

El desafío de la lectoescritura

El plan presentado por el Gobierno porteño incluye diversas y muy variadas medidas, pero entre las más relevantes está el cambio que se plantea para la forma en que los docentes enseñan a leer y escribir en los primeros grados, un déficit que hoy registran las escuelas, y luego arrastran los alumnos en sus trayectorias educativas.

Clases en una escuela porteña.Clases en una escuela porteña.

Mercedes Miguel, ministra de Educación porteña, explica que están yendo desde un modelo basado principalmente en lo que se conoce como “psicogénesis de la lectura”- que plantea que los alumnos “descubren” solos y a su propio ritmo el abecedario- hacia uno más estructurado o “explícito”, que postula que a los chicos hay que enseñárselas a la manera tradicional cada una de las letras o grafemas.

Consultada por Clarín, Miguel explica que el plan sobre lectoescritura es el que el Gobierno porteño implementará en el marco del Plan Nacional de Alfabetización, que impulsa el Gobierno nacional.

Este martes se reunieron los ministros de todas las provincias en el Consejo Federal de Educación, y la Ciudad presentó esta parte de Lengua del plan “Buenos Aires Aprende”. Desde el Gobierno nacional informaron que se llegó a un acuerdo para coordinar planes de lectoescritura en todo el país.

Volviendo a la Ciudad, para que los docentes cambien y enseñen lectoescritura con el sistema explicito, ellos tendrán también que formarse y capacitarse con este enfoque. Para eso, explican en la Ciudad, están implementando transformaciones en los 29 institutos de formación docente estatales del distrito.

Otro cambio importante apunta a la enseñanza de la Matemática. Dicen que buscan “desarrollar el pensamiento crítico para la toma de decisión de cuándo, por qué y para qué usar las fórmulas y procedimientos matemáticos”, algo que ahora no se suele hacer.

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El desafío digital

Otro de los ejes relevantes del nuevo plan educativo porteño está vinculado a la transformación digital, en diversos aspectos.

En primer lugar, habrá cambios en la administración de las escuelas. Ya no habrá más papeles, todo será digital. Para fin de año ya planifican un acto cuando se firme el último libro matriz. Esto, dicen, va a bajar la carga de tiempo que lleva lo administrativo, tiempo que se podrá usar para lo pedagógico.

También va a haber un fuerte foco en la alfabetización digital. Desde la Ciudad, dicen que esta es una demanda que detectaron en diversos encuentros que tuvieron con las empresas.

“Ahora ya hay tutores digitales, que enseñan a leer y escribir. No decimos que vayan a reemplazar a los maestros, pero los pueden complementar. No sabemos qué escuela vamos a tener dentro de 12 años cuando la termine un chico que hoy entra a la primaria. Sabemos que todo cambia, y buscamos que los chicos tengan capacidad de resiliencia y que sepan que tendrán que aprender todo el tiempo”, afirman.

Para potenciar la alfabetización digital, los docentes van a participar de un programa especial de capacitación que buscará potenciar sus habilidades digitales.

“Somos los gerentes de recursos humanos de la sociedad. Las empresas están reclamando más democracia, más crecimiento y desarrollo y más capacidad del ciudadano de sentirse libre”, dice Miguel.

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Un último aspecto de la transformación digital es la conformación de un sistema integrado de gestión nominal, que busca seguir la trayectoria personal de cada uno de los estudiantes.

El desafío de la desigualdad

Si bien la Ciudad de Buenos Aires tiene mejores indicadores educativos que el resto de las provincias, una de las debilidades que se le suele señalar es la enorme desigualdad que hay entre estudiantes de algunas escuelas y sectores sociales y otros.

Con el objetivo de reducir esa brecha social, otro de los ejes del nuevo plan educativo porteño son las “Escuelas en foco”. Seleccionaron las 500 escuelas que más combinan indicadores de vulnerabilidad social y bajos resultados en las evaluaciones educativas.

A esas escuelas se las busca potenciar en Lengua, Matemática y Gestión Institucional. Para eso, desde el Ministerio de Educación ya están acompañando a sus equipos directivos y docentes.

“Los docentes reciben una capacitación específica con nuevas técnicas de aprendizaje, para estimular el trabajo que hacen y cambiar la forma en que ayudan a aprender a sus alumnos.”, explicaron desde la Ciudad.

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SOCIEDAD

PAMI: quién es quién en la disputa por un sistema clave de la obra social de los jubilados

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Hace un par de semanas, las farmacias conocieron la noticia de que desde el 1 de noviembre cambiaría el sistema de validación de recetas de medicamentos por PAMI. Entre ese viernes y a lo largo de una semana (más algún altibajo que se percibía al cierre de estas líneas), la nueva plataforma generó inconvenientes, lo que provocó un dolor de cabeza para los farmacéuticos y que los pacientes rebotaran de los mostradores con las manos vacías. Acá, la historia de por qué de un día para el otro la obra social de los jubilados dejó de usar el entorno informático que funcionaba desde 2018.

En el PAMI explican que el pasaje (de la plataforma FarmaPAMI a una usada en los años previos a 2018, la de la red Farmalink – IMED) respondió a la necesidad de acceder a información que hasta ahora les era vedada. ¿Por qué el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (INSSJP) aceptó durante seis años no acceder a esa información? ¿Qué cambió?

Para encontrar la respuesta, hay que zambullirse en las densas aguas del mercado de los medicamentos de Argentina, donde conviven -conectados por distintas relaciones de fuerza- una serie de personajes y entidades que condensan organizaciones con siglas no del todo conocidas.

Unidos por una historia común, aunque los actores que se mencionarán abajo fueron consultados para esta nota, pocos quisieron responder y los que lo hicieron pidieron anonimato. El tema incomoda y despierta sensibilidades por viejas disputas (aplacadas en buena medida, pero no del todo) que casi nadie quiere difundir.

El PAMI: tres grandes actores, un escenario

Tenemos muchos actores divididos en tres grandes grupos. Por un lado están los laboratorios farmacéuticos, que fabrican y comercializan los remedios que consumimos. Se nuclean en cuatro cámaras: CILFA, Cooperala y CAPGEN representan a los laboratorios de capitales nacionales. Por los extranjeros está CAEME.

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Una turnera en una farmacia con el cartel de aviso con los problemas para vender por PAMI, ahora ya resueltos casi en su totalidad. Foto: Luciano Thieberger

Por otro lado están las farmacias, unas 13.500. Se subdividen en grupos, por particularidades históricas que fueron sembrando diferencias al interior del sector. Además de dividirse en “colegios”, los farmacéuticos fueron delineando sus posiciones políticas e intereses sobre el alcance y competencias de la profesión, lo que repercutió en la creación de distintas cámaras y asociaciones.

El tercer actor es el PAMI, la mayor obra social del país, con más de 5 millones de afiliados. Siempre se dice que es una “caja” y que todos quieren poseerla. Al margen de esas apreciaciones, lo importante es que es el organismo que le da servicios de salud a la porción de la población que más medicamentos per cápita consume: los adultos mayores.

¿Cómo se conectan estos tres actores? Es evidente que el PAMI querrá lograr acuerdos de precios -al mejor precio posible- para los remedios que sus médicos les prescriben a los afiliados. Pero, ¿con quién deberían firmarse esos contratos? ¿Con los laboratorios o con las farmacias? De este meollo emerge una piola que explica por qué el PAMI cada tanto modifica su sistema informático.

El PAMI y los sectores farmacéuticos

Como los laboratorios, los farmacéuticos tienen sus asociaciones. Dejando de lado tres de corte “mutual y sindical” (AFMRSA, ASOFAR Y FARMASUR), hay tres que son las más importantes.

A fines de los 70 surgieron farmacias cuyos propietarios no eran profesionales del sector sino sujetos que, en busca de una inversión, habían decidido poner una farmacia (negocio concebido como muy rentable). Al no poder sumarse a los colegios farmacéuticos, no eran tratados como “iguales”, y con el tiempo se fueron juntando entre ellos, hasta que a mediados de los 80 crearon la Federación de Cámaras de Farmacias, o FACAF.

El sistema de validación de recetas del PAMI en las farmacias fue variando durante las últimas décadas. Foto: AFPEl sistema de validación de recetas del PAMI en las farmacias fue variando durante las últimas décadas. Foto: AFP

Las otras dos tienen siglas que se oyen más seguido. La primera es la Confederación Farmacéutica Argentina (COFA), que supo nuclear a la mayoría de los profesionales farmacéuticos del país, pero a comienzos de los 2000 empezó a padecer tensiones internas. Todo, por un subgrupo que impulsó un cambio en los objetivos de la institución. En 2005 se “cortaron” por las suyas y crearon la Federación Farmacéutica (FEFARA).

Básicamente promovían dejar de ser actores pasivos detrás del mostrador y, en cambio, tener voz y voto en el mercado de los medicamentos, lo que en la práctica implicaba meterse en las negociaciones de los contratos de precios, una manija en manos de «la farma».

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Una cicatriz en el sector farmacéutico

Algunos encontraron buenas razones para sumarse a esos “rebeldes”, convencidos de que los peces gordos de la industria tenían tal dominio del mercado de los medicamentos, que ya no estaba garantizada la subsistencia del mercado como tal.

Se plantearon entonces veredas enfrentadas. De un lado, los que querían asemejarse a empresarios farmacéuticos. Del otro, los que los tildaban de “interesados”, en detrimento de la profesión, a lo que los primeros respondían que no querían dinero: lo que querían es poder.

Poder manejar los contratos con los “pagadores” o financiadores de la salud. Principalmente, las obras sociales, de las que la más grande -ya se dijo- es el PAMI.

La puja por el manejo informático del PAMI

¿Y qué había pasado en el PAMI hasta entonces? Desde mediados de los 90, la obra social transitaba una seguidilla de escándalos de corrupción a los que se sumó -en 1996- un enorme déficit fiscal. La falta de recursos provocó demoras en los pagos a proveedores y prestadores, que a su vez obstaculizaron el acceso de los pacientes a las prestaciones (en su mayoría, jubilados con el poder adquisitivo destrozado).

“Los veías deambulando por las oficinas en busca de reintegros, una tarea penosísima en la que con suerte lograban recuperar algunos gastos de lo que habían gastado en sus remedios”, recordó una fuente ligada al sector.

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¿Alguien tendría la espalda para salir al rescate del sector? La “farma”. En un acuerdo con el entonces presidente Carlos Menem, el Gobierno les entregó a los laboratorios la gestión de los medicamentos por PAMI. El Estado pagaba y la industria se hacía cargo del resto, a través de una empresa que aún hoy opera en la inmensa red de farmacias de Argentina: Farmalink SA.

Hay que ir más allá de 2005 para ver cómo los “rebeldes” de FEFARA (ex COFA) empezaron a buscar poner un pie en ese escenario.

Los más críticos señalan que el PAMI pagaba a ciegas lo que la industria le indicaba y que los pagos a las farmacias se hacían con la clásica bicicleta de las notas de crédito “a pagar”, como si nada funcionara bien ni en forma del todo transparente. Son afirmaciones polémicas y difíciles de corroborar. Sin embargo, evidencian las rispideces del sector en esos años.

El arreglo de FEFARA y Macri

Por los desafíos informáticos en alza -incluso para el PAMI-, Farmalink, en cierto momento, se tercerizó el manejo de las validaciones de las recetas por PAMI. Estamos en la primera década del 2000, pero lo que hizo entonces fue subcontratar la misma empresa nacional que desde hace 15 días se ocupa de las validaciones del PAMI: IMED.

IMED se dejó de usar desde 2018 hasta octubre de este año. ¿Qué pasó en el medio? FEFARA, que había hecho un importante avance tecnológico para ofrecer servicios de auditoría y validación a distintas obras sociales provinciales, desarrolló un sistema propio que podría servirle al PAMI.

Se lo ofrecieron al Gobierno de Mauricio Macri, quien primero se negó, por más que al director de la obra social de los jubilados, Sergio Cassinotti, lo habían tentado, con las supuestas mayores posibilidades de transparencia y trazabilidad de datos que ofrecía el sistema.

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Era una decisión política. Tomarla implicaba darles la espalda a los laboratorios. Sin embargo, en 2018, con la corrida cambiaria que provocó una inolvidable megadevaluación, la posición de Macri cambió. Las fuentes coinciden en el que el Presidente se enojó con el sector industrial por su supuesta participación en ese derrumbe económico.

Se tome la versión que se tome, Macri impulsó el reemplazo del sistema de validaciones del PAMI e instauró el que ofrecía FEFARA. Lo llamaron FarmaPAMI.

En diálogo con el propio Cassinotti tras esos cambios, entonces reportados por esta cronista, el ex director del PAMI evaluó dos cosas importantes: 1) que “desde fines de los años 90, las farmacias venían estando al margen de la negociación, pero ahora (en 2018) vuelven a tomar su papel histórico”. Y, 2) que “las cámaras de los laboratorios no están contentas con la novedad”, ya que “querían seguir manejando el circuito”.

Llegamos a 2024 y al final de esta historia. En el actual PAMI (en los papeles conducido por Esteban Leguizamo, aunque ninguna decisión excede el entorno del ministro de Salud, Mario Lugones) dijeron que reinstauraron el sistema IMED porque precisaban obtener información a la que no venían teniendo acceso.

A ellos, como a la industria, les es crucial conocer la información del sector. Quiénes consumen qué. Y quiénes prescriben qué remedios a quiénes.

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