Connect with us

SOCIEDAD

El museo de arte falso: tiene más de 400 obras robadas y con firmas truchas

Museo del arte falso. (Foto: Captura TV/ Telenoche)Museo del arte falso. (Foto: Captura TV/ Telenoche)

Published

on

El depósito no es grande pero está abarrotado. La temperatura y humedad, contraladas meticulosamente. La seguridad: extrema. Nadie entra si no tiene una autorización especial y además, las cámaras lo registran todo. Lo que hay allí, en manos equivocadas, podría generar una ganancia de varios millones de dólares. Ganancia para los delincuentes, claro. Porque este depósito contiene cerca de 400 obras de arte falsas y algunos originales robados. Todo esto descansa en el corazón de la sede de Interpol Argentina. Más seguridad, imposible.

Marcelo El Haibe es Comisario General lleva una vida dedicada a la protección del Patrimonio Cultural. Se mueve con soltura entre cada cuadro, escultura y objeto histórico recuperado. Si uno se deja llevar por las firmas que decoran cada obra de arte, quedaría impresionado: Salvador Dalí, Quinquela Martín, Raúl Soldi, Antonio Berni, Carlos Páez Vilaró, pero esas firmas son falsas.

Leé también: Armaron un Museo del Holocausto dentro de Fortnite y levantó polémica en la comunidad de jugadores

Cada cuadro fue confiscado en allanamientos. Los originales quedan a disposición de la Justicia, los otros se guardan con fines didácticos para, algún día, formar parte del “Museo de Arte Falso”. Un lugar donde cada reproducción pueda compararse con el original y de esta forma crear conciencia y alertar a compradores incautos.

Lo primero que resalta de esta particular colección es el oficio de algunos falsificadores. Su trabajo puede confundir a los más expertos. Por eso, profesionales del Museo de Bellas Artes asesoran a Interpol para separar la paja del trigo. Cada cuadro lleva certificados de autenticidad “truchos”, hechos con papel de la época, confeccionados con máquinas de escribir también de la misma época. Nada queda librado al azar para los delincuentes, que se convierten en verdaderos artesanos en lo suyo.

Leé también: “La inteligencia artificial nos superará en una década”: la advertencia de un poderoso inversor tecnológico

Advertisement
Museo del arte falso. (Foto: Captura TV/ Telenoche)
Museo del arte falso. (Foto: Captura TV/ Telenoche)

Pero el depósito conserva más sorpresas. Y estas vienen del antiguo Egipto: dos momias, una de un gato y la otra de un chacal. Todavía en sus envoltorios originales. Cada una con sus propios secretos, apenas revelados por radiografías. Esperan en el depósito a que la justicia decida su destino final.

Al final, el Comisario General El Haibe vuelve a hablar de la creación del “Museo de Arte Falso”. Y la idea cobra más sentido después de haber visto todo lo que alberga el depósito. Porque si algún día cada uno de estos cuadros termina colgado junto a su original, tendrá un destino mucho más digno que el propósito por el que fueron creados.

Con producción de Daniel Gustavo Balmaceda.

Advertisement

SOCIEDAD

Adiós a «Bobby» Fernández Taboada, orfebre del periodismo

Published

on


Alto, corpulento, con ese andar firme de sus años jóvenes que le confería cierto sentido de autoridad, fue un trotamundos de las redacciones en la época de oro de los diarios y las revistas en papel, cuyos pisos y plantas supo recorrer de punta a punta con el estilo propio de las jefaturas que ejerció desde edad temprana.

Quizá los jóvenes colegas que lo hayan visto por primera vez, cincuenta años atrás, pudieron haberse sentido incomodados por esa silueta que de a poco cedió a las tentaciones de la buena vida, que tanto celebraba, en particular a la hora de poner a prueba su refinado paladar gourmet y su “nariz y boca” de sommelier vocacional. El paso de los años, circunstancia que nunca lo incomodó demasiado, no fue para él una mochila que lo mortificara, incluso solía ignorarla con mordacidad adolescente cuando se acercaba el tiempo del retiro, aquí en charlas dispersas en la redacción de Clarín.

Con la vida encima, aquel colectivo de compañeros que daba sus primeros pasos en las redacciones híper competitivas de aquellos tiempos, lo recuerdan hoy con cariño personal y reconocimiento profesional.

Roberto Fernández Taboada, Bobby en la jerga de los escribas de la “Galaxia Gutenberg”, fallecido a los 79 años en una clínica de Pilar, donde estaba internado, dio combate hasta donde pudo a un fulminante cáncer de páncreas.

Supo llevarse consigo la mayor gloria a la que cualquier persona aspira al llegar al final del camino: tomado de la mano de su ser amado, en este caso Natalia, su mujer, con quien se eligieron mutuamente hace tiempo, con la certeza de que ya nada ni nadie los separaría. Por eso aguardaron el final juntos y abrazados en una cama de cuidados paliativos.

Bobby se despidió en “estado de gracia”, podría decirse en esa hora amarga, quizá sabiendo que una generación, la suya y de tantos otros, empezó el ritual de la despedida con la frente alta: aún con los errores naturales que la prisa caliente de la profesión impone, esa estirpe que nació con olor a tinta, bobinas de papel y rugido de rotativas a su alrededor, puede atesorar la certeza de haber hecho todo cuanto pudo para honrar el buen periodismo. Y hasta de haber sido el envión primero de la transición a la era digital, proceso del cual Fernández Taboada participó activamente en sucesivos rediseños de Clarín que se solaparon con la llegada de las plataformas digitales.

Advertisement

Hace tiempo había elegido vivir en la quietud de la sociedad uruguaya, pero con un pie en el glamour de Punta del Este. Casi una definición de su paso por la vida. No desentonaba en ningún escenario. Y si lo hacía, no le importaba. Era un polemista consumado, casi al borde de la provocación: le encantaban los debates, cuanto más encendidos mejor. Sabía pisar el freno a tiempo y ensayaba un gesto amistoso: con un chasquido de dedos, el mismo que ensayaba en sus patrullajes por las redacciones, ponía en marcha la mudanza de los enojos homéricos a la ternura de una broma piadosa que acompañaba con su propia risotada. Era difícil pelearse con él y era fácil amigarse al toque. Lo que se dice un cabrón querible.

«Bobby» Fernández Taboada murió a los 79 años.

Sus orígenes profesionales más notorios se remontan al El Cronista Comercial, a mediados de los 70, donde desarrolló la compleja función de Secretario de Cierre, una tarea sacrificada, con la riesgosa responsabilidad que suele acompañar el registro de la última palabra que un medio gráfico decidía entonces publicar, en el proceso selectivo del final de cada día.

De allí pasaría a la vieja Editorial Atlántida. Se destacó en dos vidrieras de época como Gente y Somos, en tiempos de la dictadura, cuando las palabras debían medirse con centímetro porque estaba en juego la vida, donde fue el segundo de Julio Scaramella, uno de sus amigos hasta el tiempo final. En aquella redacción se formaron profesionales hoy destacados, de gran trayectoria, que conocieron de cerca al Bobby: Silvia Fesquet, hoy en Clarín, Alfredo Leuco, Pablo Sirvén, Ana D’Onofrio, Enrique Vázquez y Alberto Catena (ya fallecidos), Ernesto Jakcson, también en Clarín, al igual que Graciela Bruno.

En El Cronista Comercial había compartido redacción con quienes luego serían sus jefes en Clarín, Roberto Guareschi y Ricardo Kirschbaum, actual editor general. En este diario, dicho por él mismo en esas improvisadas ruedas de café de toda redacción antigua, vivió su etapa de más alto rendimiento profesional. Hizo de todo. Desde escribir sus “Charlas de Verano”, divertidos reportajes a políticos de vacaciones en las playas; a editar secciones a su cargo como Información General, un vastísimo territorio noticioso que incluía Policiales, Sociedad y Ciudad y, en particular, a nutrir los procesos de modernización de las ediciones, acorde a los diarios de vanguardia en el universo europeo.

En Clarín, además de esa gestión en Información General, y sin dejar de aportar a las ediciones cotidianas, recaló luego en un área entonces incipiente, que elevaría los estándares del diario en circulación, innovación y calidad: colecciones de libros, videos, guías de turismo, DVDs. Les dio un valor agregado a las colecciones: que sean útiles para la educación sin desatender nuestra idiosincrasia y los valores latentes en el inconsciente colectivo de varias generaciones de argentinos. Así nacieron colecciones como “La Biblioteca de la Literatura Universal” en las que Clarín publicó autores como Borges, Sábato, García Márquez, Vargas Llosa, junto a incunables de José Hernández y William Shakespeare. Con su sello, hicieron época los coleccionables de informática, cocina, música clásica, diccionarios de inglés, guías de turismo de la Argentina, resonantes éxitos editoriales todos ellos.

Tocó todas las cuerdas: la redacción, la edición, los procesos de transformación editorial de un diario que lo tuvo y lo tendrá entre sus activos humanos más valiosos. No se exagera si se lo define como un orfebre en las sombras del periodismo, un clásico del anonimato de los periodistas de diarios, lejos de los focos de la televisión. Hincha de River, piropeador y galante, de tiempos en que no era un pecado serlo, sino un gesto de caballerosidad, como cuenta Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín, en nota aparte, se lo va a extrañar. Y mucho. Sus restos serán despedidos a las 13 de este jueves en el Crematorio privado de Boulogne, en San Isidro.

Advertisement
Continue Reading

LO MAS LEIDO

Tendencias

Copyright © 2024 - NDM Noticias del Momento - #Noticias #Chimentos #Politica #Fútbol #Economia #Sociedad