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Final de la Copa Libertadores: cómo viajar en auto hasta Rio de Janeiro para ver a Boca

Final de la Copa Libertadores: las claves para viajar en auto hasta Rio de Janeiro. (Foto: Adobestock)Miles de hinchas de Boca festejaron frente al Patio Olmos. Foto. Lucio Casalla / ElDoce.tv.La final será en el estadio Maracaná (Foto: EFE)

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Este jueves, Boca clasificó a la final de la Copa Libertadores y mantiene vivo el sueño de ir por la séptima consagración. Por su parte, los hinchas no dejan de pensar en ver el partido en vivo y si deciden viajar en auto hasta el estadio Maracaná, en Rio de Janeiro, deberán cumplir algunas condiciones para transitar por la ruta.

Saliendo de Buenos Aires, el viaje implica 48 horas de manejo. Por supuesto, corren con ventaja quienes viven más al norte, en las provincias del Litoral. Hora más, hora menos, lo más importante es evitar riesgos y sobresaltos en la ruta. ¿Cuáles son las claves a tener en cuenta para viajar?

Leé también: Cuánto cuesta ver a Boca en la Final de la Copa Libertadores: los precios de los vuelos y paquetes turísticos

Miles de hinchas de Boca festejaron frente al Patio Olmos. Foto. Lucio Casalla / ElDoce.tv.
Miles de hinchas de Boca festejaron frente al Patio Olmos. Foto. Lucio Casalla / ElDoce.tv.

Antes del viaje

  • Mantenimiento del vehículo: Revisá el estado del motor, neumáticos, frenos y luces. Asegúrate de tener suficiente aceite, agua y combustible.
  • Planificación de la ruta: Tené en cuenta las condiciones del tráfico y del clima. También es seguro compartir tu ubicación en tiempo real con alguien de confianza.
  • Preparación personal: Llevá un botiquín de primeros auxilios, agua y alimentos no perecederos. Llevá ropa adecuada para las condiciones climáticas y una manta extra en caso de emergencia.
  • Documentación: Es preciso llevar licencia de conducir y el Documento Nacional de Identidad (DNI). También cédula verde y azul (en caso de circular en un vehículo que no sea de su propiedad); comprobante de póliza de seguro obligatorio vigente y la Verificación Técnica Vehicular (VTV).
La final será en el estadio Maracaná (Foto: EFE)
La final será en el estadio Maracaná (Foto: EFE)

El viaje a Rio de Janeiro

  • Desde la Ciudad de Buenos Aires a Río de Janeiro hay 2800 kilómetros de distancia. Para un viaje seguro se recomienda que dos personas se turnen para manejar y detener la marcha para dormir.
  • Es obligatorio usar el cinturón de seguridad, tanto en los asientos delanteros como traseros; circular con las luces bajas encendidas; llevar matafuegos sujetado (al alcance del conductor) y balizas portátiles.
  • En cada vehículo debe viajar la cantidad de pasajeros para la que fue concebido. Algo para tener muy en cuenta es que en esta competencia deportiva las autoridades de Brasil no permiten el ingreso al país de combis con más de siete personas.
  • El cruce fronterizo recomendado por Vialidad Nacional es Paso de los Libres-Uruguayana, por el buen estado de las rutas brasileñas. Desde ahí habrá que transitar varias rutas hasta llegar a la 116 que desemboca en Río. Vialidad recomienda recorrerla en horario diurno por la intensa circulación de camiones.
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Adiós a «Bobby» Fernández Taboada, orfebre del periodismo

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Alto, corpulento, con ese andar firme de sus años jóvenes que le confería cierto sentido de autoridad, fue un trotamundos de las redacciones en la época de oro de los diarios y las revistas en papel, cuyos pisos y plantas supo recorrer de punta a punta con el estilo propio de las jefaturas que ejerció desde edad temprana.

Quizá los jóvenes colegas que lo hayan visto por primera vez, cincuenta años atrás, pudieron haberse sentido incomodados por esa silueta que de a poco cedió a las tentaciones de la buena vida, que tanto celebraba, en particular a la hora de poner a prueba su refinado paladar gourmet y su “nariz y boca” de sommelier vocacional. El paso de los años, circunstancia que nunca lo incomodó demasiado, no fue para él una mochila que lo mortificara, incluso solía ignorarla con mordacidad adolescente cuando se acercaba el tiempo del retiro, aquí en charlas dispersas en la redacción de Clarín.

Con la vida encima, aquel colectivo de compañeros que daba sus primeros pasos en las redacciones híper competitivas de aquellos tiempos, lo recuerdan hoy con cariño personal y reconocimiento profesional.

Roberto Fernández Taboada, Bobby en la jerga de los escribas de la “Galaxia Gutenberg”, fallecido a los 79 años en una clínica de Pilar, donde estaba internado, dio combate hasta donde pudo a un fulminante cáncer de páncreas.

Supo llevarse consigo la mayor gloria a la que cualquier persona aspira al llegar al final del camino: tomado de la mano de su ser amado, en este caso Natalia, su mujer, con quien se eligieron mutuamente hace tiempo, con la certeza de que ya nada ni nadie los separaría. Por eso aguardaron el final juntos y abrazados en una cama de cuidados paliativos.

Bobby se despidió en “estado de gracia”, podría decirse en esa hora amarga, quizá sabiendo que una generación, la suya y de tantos otros, empezó el ritual de la despedida con la frente alta: aún con los errores naturales que la prisa caliente de la profesión impone, esa estirpe que nació con olor a tinta, bobinas de papel y rugido de rotativas a su alrededor, puede atesorar la certeza de haber hecho todo cuanto pudo para honrar el buen periodismo. Y hasta de haber sido el envión primero de la transición a la era digital, proceso del cual Fernández Taboada participó activamente en sucesivos rediseños de Clarín que se solaparon con la llegada de las plataformas digitales.

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Hace tiempo había elegido vivir en la quietud de la sociedad uruguaya, pero con un pie en el glamour de Punta del Este. Casi una definición de su paso por la vida. No desentonaba en ningún escenario. Y si lo hacía, no le importaba. Era un polemista consumado, casi al borde de la provocación: le encantaban los debates, cuanto más encendidos mejor. Sabía pisar el freno a tiempo y ensayaba un gesto amistoso: con un chasquido de dedos, el mismo que ensayaba en sus patrullajes por las redacciones, ponía en marcha la mudanza de los enojos homéricos a la ternura de una broma piadosa que acompañaba con su propia risotada. Era difícil pelearse con él y era fácil amigarse al toque. Lo que se dice un cabrón querible.

«Bobby» Fernández Taboada murió a los 79 años.

Sus orígenes profesionales más notorios se remontan al El Cronista Comercial, a mediados de los 70, donde desarrolló la compleja función de Secretario de Cierre, una tarea sacrificada, con la riesgosa responsabilidad que suele acompañar el registro de la última palabra que un medio gráfico decidía entonces publicar, en el proceso selectivo del final de cada día.

De allí pasaría a la vieja Editorial Atlántida. Se destacó en dos vidrieras de época como Gente y Somos, en tiempos de la dictadura, cuando las palabras debían medirse con centímetro porque estaba en juego la vida, donde fue el segundo de Julio Scaramella, uno de sus amigos hasta el tiempo final. En aquella redacción se formaron profesionales hoy destacados, de gran trayectoria, que conocieron de cerca al Bobby: Silvia Fesquet, hoy en Clarín, Alfredo Leuco, Pablo Sirvén, Ana D’Onofrio, Enrique Vázquez y Alberto Catena (ya fallecidos), Ernesto Jakcson, también en Clarín, al igual que Graciela Bruno.

En El Cronista Comercial había compartido redacción con quienes luego serían sus jefes en Clarín, Roberto Guareschi y Ricardo Kirschbaum, actual editor general. En este diario, dicho por él mismo en esas improvisadas ruedas de café de toda redacción antigua, vivió su etapa de más alto rendimiento profesional. Hizo de todo. Desde escribir sus “Charlas de Verano”, divertidos reportajes a políticos de vacaciones en las playas; a editar secciones a su cargo como Información General, un vastísimo territorio noticioso que incluía Policiales, Sociedad y Ciudad y, en particular, a nutrir los procesos de modernización de las ediciones, acorde a los diarios de vanguardia en el universo europeo.

En Clarín, además de esa gestión en Información General, y sin dejar de aportar a las ediciones cotidianas, recaló luego en un área entonces incipiente, que elevaría los estándares del diario en circulación, innovación y calidad: colecciones de libros, videos, guías de turismo, DVDs. Les dio un valor agregado a las colecciones: que sean útiles para la educación sin desatender nuestra idiosincrasia y los valores latentes en el inconsciente colectivo de varias generaciones de argentinos. Así nacieron colecciones como “La Biblioteca de la Literatura Universal” en las que Clarín publicó autores como Borges, Sábato, García Márquez, Vargas Llosa, junto a incunables de José Hernández y William Shakespeare. Con su sello, hicieron época los coleccionables de informática, cocina, música clásica, diccionarios de inglés, guías de turismo de la Argentina, resonantes éxitos editoriales todos ellos.

Tocó todas las cuerdas: la redacción, la edición, los procesos de transformación editorial de un diario que lo tuvo y lo tendrá entre sus activos humanos más valiosos. No se exagera si se lo define como un orfebre en las sombras del periodismo, un clásico del anonimato de los periodistas de diarios, lejos de los focos de la televisión. Hincha de River, piropeador y galante, de tiempos en que no era un pecado serlo, sino un gesto de caballerosidad, como cuenta Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín, en nota aparte, se lo va a extrañar. Y mucho. Sus restos serán despedidos a las 13 de este jueves en el Crematorio privado de Boulogne, en San Isidro.

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