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Adiós a «Bobby» Fernández Taboada, orfebre del periodismo

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Alto, corpulento, con ese andar firme de sus años jóvenes que le confería cierto sentido de autoridad, fue un trotamundos de las redacciones en la época de oro de los diarios y las revistas en papel, cuyos pisos y plantas supo recorrer de punta a punta con el estilo propio de las jefaturas que ejerció desde edad temprana.

Quizá los jóvenes colegas que lo hayan visto por primera vez, cincuenta años atrás, pudieron haberse sentido incomodados por esa silueta que de a poco cedió a las tentaciones de la buena vida, que tanto celebraba, en particular a la hora de poner a prueba su refinado paladar gourmet y su “nariz y boca” de sommelier vocacional. El paso de los años, circunstancia que nunca lo incomodó demasiado, no fue para él una mochila que lo mortificara, incluso solía ignorarla con mordacidad adolescente cuando se acercaba el tiempo del retiro, aquí en charlas dispersas en la redacción de Clarín.

Con la vida encima, aquel colectivo de compañeros que daba sus primeros pasos en las redacciones híper competitivas de aquellos tiempos, lo recuerdan hoy con cariño personal y reconocimiento profesional.

Roberto Fernández Taboada, Bobby en la jerga de los escribas de la “Galaxia Gutenberg”, fallecido a los 79 años en una clínica de Pilar, donde estaba internado, dio combate hasta donde pudo a un fulminante cáncer de páncreas.

Supo llevarse consigo la mayor gloria a la que cualquier persona aspira al llegar al final del camino: tomado de la mano de su ser amado, en este caso Natalia, su mujer, con quien se eligieron mutuamente hace tiempo, con la certeza de que ya nada ni nadie los separaría. Por eso aguardaron el final juntos y abrazados en una cama de cuidados paliativos.

Bobby se despidió en “estado de gracia”, podría decirse en esa hora amarga, quizá sabiendo que una generación, la suya y de tantos otros, empezó el ritual de la despedida con la frente alta: aún con los errores naturales que la prisa caliente de la profesión impone, esa estirpe que nació con olor a tinta, bobinas de papel y rugido de rotativas a su alrededor, puede atesorar la certeza de haber hecho todo cuanto pudo para honrar el buen periodismo. Y hasta de haber sido el envión primero de la transición a la era digital, proceso del cual Fernández Taboada participó activamente en sucesivos rediseños de Clarín que se solaparon con la llegada de las plataformas digitales.

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Hace tiempo había elegido vivir en la quietud de la sociedad uruguaya, pero con un pie en el glamour de Punta del Este. Casi una definición de su paso por la vida. No desentonaba en ningún escenario. Y si lo hacía, no le importaba. Era un polemista consumado, casi al borde de la provocación: le encantaban los debates, cuanto más encendidos mejor. Sabía pisar el freno a tiempo y ensayaba un gesto amistoso: con un chasquido de dedos, el mismo que ensayaba en sus patrullajes por las redacciones, ponía en marcha la mudanza de los enojos homéricos a la ternura de una broma piadosa que acompañaba con su propia risotada. Era difícil pelearse con él y era fácil amigarse al toque. Lo que se dice un cabrón querible.

«Bobby» Fernández Taboada murió a los 79 años.

Sus orígenes profesionales más notorios se remontan al El Cronista Comercial, a mediados de los 70, donde desarrolló la compleja función de Secretario de Cierre, una tarea sacrificada, con la riesgosa responsabilidad que suele acompañar el registro de la última palabra que un medio gráfico decidía entonces publicar, en el proceso selectivo del final de cada día.

De allí pasaría a la vieja Editorial Atlántida. Se destacó en dos vidrieras de época como Gente y Somos, en tiempos de la dictadura, cuando las palabras debían medirse con centímetro porque estaba en juego la vida, donde fue el segundo de Julio Scaramella, uno de sus amigos hasta el tiempo final. En aquella redacción se formaron profesionales hoy destacados, de gran trayectoria, que conocieron de cerca al Bobby: Silvia Fesquet, hoy en Clarín, Alfredo Leuco, Pablo Sirvén, Ana D’Onofrio, Enrique Vázquez y Alberto Catena (ya fallecidos), Ernesto Jakcson, también en Clarín, al igual que Graciela Bruno.

En El Cronista Comercial había compartido redacción con quienes luego serían sus jefes en Clarín, Roberto Guareschi y Ricardo Kirschbaum, actual editor general. En este diario, dicho por él mismo en esas improvisadas ruedas de café de toda redacción antigua, vivió su etapa de más alto rendimiento profesional. Hizo de todo. Desde escribir sus “Charlas de Verano”, divertidos reportajes a políticos de vacaciones en las playas; a editar secciones a su cargo como Información General, un vastísimo territorio noticioso que incluía Policiales, Sociedad y Ciudad y, en particular, a nutrir los procesos de modernización de las ediciones, acorde a los diarios de vanguardia en el universo europeo.

En Clarín, además de esa gestión en Información General, y sin dejar de aportar a las ediciones cotidianas, recaló luego en un área entonces incipiente, que elevaría los estándares del diario en circulación, innovación y calidad: colecciones de libros, videos, guías de turismo, DVDs. Les dio un valor agregado a las colecciones: que sean útiles para la educación sin desatender nuestra idiosincrasia y los valores latentes en el inconsciente colectivo de varias generaciones de argentinos. Así nacieron colecciones como “La Biblioteca de la Literatura Universal” en las que Clarín publicó autores como Borges, Sábato, García Márquez, Vargas Llosa, junto a incunables de José Hernández y William Shakespeare. Con su sello, hicieron época los coleccionables de informática, cocina, música clásica, diccionarios de inglés, guías de turismo de la Argentina, resonantes éxitos editoriales todos ellos.

Tocó todas las cuerdas: la redacción, la edición, los procesos de transformación editorial de un diario que lo tuvo y lo tendrá entre sus activos humanos más valiosos. No se exagera si se lo define como un orfebre en las sombras del periodismo, un clásico del anonimato de los periodistas de diarios, lejos de los focos de la televisión. Hincha de River, piropeador y galante, de tiempos en que no era un pecado serlo, sino un gesto de caballerosidad, como cuenta Ricardo Roa, editor general adjunto de Clarín, en nota aparte, se lo va a extrañar. Y mucho. Sus restos serán despedidos a las 13 de este jueves en el Crematorio privado de Boulogne, en San Isidro.

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Escandaloso final de la Copa Argentina: pelea y piñas entre hinchas y jugadores de Vélez tras perder contra Central Córdoba

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Tras perder por 1-0 ante Central Córdoba por la final de la Copa Argentina, hinchas y jugadores de Vélez protagonizaron una escandalosa pelea en la tribuna del estadio de Unión, en Santa Fe, donde hubo empujones, piñas y lanzamientos de objetos. Algunos socios le gritaron cosas a los futbolistas y sus familias, lo que desencadenó el cruce. El presidente del Fortín, Fabián Berlanga, quiso separar y terminó rodando por los escalones de la platea.

Mientras algunos jugadores como Claudio Aquino y Valentín Gómez lloraban desconsolados en el campo de juego por la derrota, un grupo de hinchas insultó a los familiares del plantel y las parejas de Santiago Cáseres y Jalil Elías fueron agredidas. Los futbolistas Rodrigo Piñeiro y Tomás Guidara -quienes no fueron convocados- estuvieron en las tribunas a golpes con algunos hinchas.

Mientras se desató la pelea, los jugadores Randall Rodríguez, Elías Gómez, Braian Romero y Agustín Bouzat se metieron a separar y calmar las tensiones. Por otro lado, otros futbolistas no estuvieron involucrados, como el arquero Tomás Marchiori, quien se quedó en el campo de juego con su pareja e hijo.

En la conferencia de prensa posterior al partido, el entrenador de Vélez, Gustavo Quinteros, se refirió al episodio y señaló: “No vi nada. Me contaron que hubo problemas y espero que no sea nada grave. Entiendo que cuando pasa esto hay bronca y algunos actúan con violencia. Ahora voy a ver que pasó”.

A pesar de la caída, el Fortín debe prepararse para lo que viene: el domingo definirá la Liga Profesional, donde está primero y, en caso de ganar, se proclamará campeón. Sin embargo, se enfrentará a Huracán, otro de los competidores y quien se encuentra en el tercer puesto. También está en disputa Talleres, de Córdoba, quien tiene los mismos puntos que Vélez y jugará ante Newell’s.

Desde Vélez cuestionaron la actuación del árbitro del encuentro, Yael Falcón Pérez, por decisiones que tomó en ciertos tramos del juego. La primera fue con una jugada en la que todo el conjunto de Liniers pidió penal: tras un centro por la derecha, la pelota quedó boyando y Elías Gómez remató desde el área chica. El remate dio en el brazo del defensor Lucas Abascia, pero el juez determinó que no fue intencional, sino que se estaba apoyando en el suelo.

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En el segundo tiempo, tras un pase bombeado que parecía excesivamente largo, el arquero del Ferroviario, Luis Ingolotti, salió del área a cortarlo, pero calculó mal y no pudo darle con la cabeza. La pelota le pegó en el brazo y Falcón Pérez consideró que no fue intencional porque estaba pegada al cuerpo. En caso de haberla sancionado, el guardameta hubiese sido expulsado y Central Córdoba se hubiese quedado con 10 hombres.

Además, Quinteros se quejó sobre el poco tiempo que tuvo Vélez entre los últimos partidos. “Se nos produce bronca de injusticia. No se protege a un equipo que merece tener más descanso y que está peleando todo. Lo que me preocupa ahora es recuperar a los jugadores que están más cansados, se notó mucho. No tuvimos toda la fortaleza, así que sacaron ventaja”, remarcó.

También sumó: “No merecíamos perder este partido, la organización del torneo perjudicó a Vélez. Hubo que jugar cada tres o cuatro días, viajar. No es justo. Este partido se tendría que haber jugado después del final de la Liga. No hay justicia, no hay una buena planificación. Ojalá que esto no vuelva a suceder”.

Con información de AFP.

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