La etapa del peronismo con Cristina Kirchner como conductora partidaria arrancó de manera formal con un acto en el que quedó todavía más expuesta la fractura con Axel Kicillof, en la previa a las definiciones electorales en la provincia de Buenos Aires, y con la cúpula de la CGT. La ex presidenta cuestionó con dureza a Javier Milei en buena parte de su discurso, pero dedicó el tramo final a la disputa interna con estocadas al gobernador.
“A los dirigentes de nuestro partido muchas veces los veo convertidos en militantes electorales. Tienen que recuperar el rol de militantes políticos”, apuntó Cristina Kirchner, sin nombrar a Kicillof, aunque la interpretación fue coincidente en que se dirigía al mandatario bonaerense.
En ese pasaje mechó referencias a los dirigentes del PJ en la década del 70, antes del regreso de Perón al país. “No puede ser que todo se reduzca a una pelea de carácter electoral. Nadie militaba para estar en una lista, militaban por un proyecto de país y es lo que tenemos que recuperar”, insistió con ese reclamo.
Una de las tensiones con Kicillof gira en torno al posible desdoblamiento de los comicios en Buenos Aires para los cargos provinciales y municipales, una opción rechazada de plano por la ex mandataria. En La Cámpora también venían cuestionando al sector del gobernador por considerar que adelantó la pelea por el armado de las listas para las próximas legislativas.
En la previa del acto, incluso, referentes alineados con Cristina deslizaron que podría concretarse un quiebre, es decir afrontar el proceso electoral por separado, en el caso de que Kicillof adelante la elección bonaerense.
“La situación requiere una comprensión y una actitud: la de no creer que la historia empieza cuando uno llega y termina cuando se va. Esto no es así, y en el peronismo menos. Lo digo por algunos compañeros del peronismo tardío”, siguió Cristina Kirchner sobre la puja interna, y citó a Arturo Jauretche para aludir a la “soberbia” de los jóvenes.
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La ausencia de Kicillof en el acto en la sede porteña de la UMET ya funcionaba como otra muestra de la ruptura en la relación con la ex presidenta, luego de las diferencias en la reunión del Consejo Provincial del PJ en Moreno, que para Cristina había resultado positiva y para el gobernador un encuentro “sin contenido”.
En este caso el senador José Mayans, uno de los vicepresidentes del partido, había llamado a pedido de la ex mandataria a Kicillof en la noche del martes para invitarlo a la asunción formal. La respuesta fue negativa, con el argumento de que tenía una agenda de recorridas por el interior de la provincia (entregó viviendas e inauguró cloacas en Pehuajó, Carlos Casares y Bragado) que no podía cancelar.
Cristina salió al escenario con la canción Fanático, de Lali Espósito, y estuvo rodeada por Mayans y otros tres vicepresidentes, Germán Martínez, Lucía Corpacci y Ricardo Pignanelli. La escucharon autoridades partidarias, intendentes y legisladores. Además de Kicillof no asistieron el resto de los gobernadores peronistas (Sergio Ziliotto, Gildo Insfrán y Ricardo Quintela, los tres con que quedaron con perfil opositor a Milei) ni los principales referentes de la CGT.
A la cúpula de la central obrera le dedicó una crítica mientras repasaba en detalle una tapa de Clarín de marzo de 2015. “La CGT paraba en esa época”, ironizó sobre una medida de fuerza en reclamo por una baja del impuesto a las Ganancias.
Antes había cargado contra Martín Guzmán por el acuerdo con el FMI (“fue letal para nuestro gobierno”) y contra Alberto Fernández: “No vale la pena intentar quedar bien con todos porque termina siendo un fracaso”. Y buscó confrontar con el discurso de Milei por cadena nacional el día anterior.
“Lo escuchaba al presidente hablar de los salarios en dólares. Se olvida de cuánto está la canasta básica en dólares”, replicó, a la vez que advirtió por el endeudamiento, el cierre de unas 11 mil empresas y el tratado de libre comercio con Estados Unidos (“nadie le avisa a este señor que somos competitivos, no complementarios”), y atribuyó la detención del senador Edgardo Kueider en Paraguay con más de 200 mil dólares a su voto a favor de la Ley de Bases.
“Lo que hoy está viviendo la Argentina es más viejo que el sol. Ya lo hemos visto en los 70, con la convertibilidad, con el macrismo. Y cada vez dura menos, porque cada vez el endeudamiento es más grande y las necesidades también, en un mundo más complejo”, cerró con críticas al modelo económico, y comparó a Milei con Máximo Kirchner “cuando tenía cinco años” y miraba las películas de Rocky. Al final cantaron la marcha peronista.
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Había de refregarle alguna vieja factura a Axel Kicillof, delante de todos pero sobre todo de la jefa Cristina Kirchner y Sergio Massa. Máximo Kirchner estaba al tanto de los detalles. Sabía de qué iba el escarmiento y autorizó cómo y cuándo sería llevado a cabo.
El encargado de incomodar al Gobernador fue el joven abogado intendente camporista de Carmen de Areco, Iván Villagrán. La estocada sucedió ni bien empezó la reunión del Consejo del PJ bonaerense, este lunes en Moreno. Llamó la atención el argumento que el presidente del PJ provincial eligió para incomodar a Kicillof.
Micrófono en mano, el jefe comunal acusó al gobierno provincial de perseguir a un concejal de la agrupación de Máximo Kirchner que además es dueño de una de las carnicerías que más vende en la Segunda Sección electoral bonaerense. Villagrán se quejó porque el Ministerio de Trabajo de Kicillof, que encabeza Walter Correa, le habría aplicado sanciones al establecimiento comercial de su amigo empresario y militante, supuestamente por tener trabajadores en negro.
La supuesta víctima de los inspectores bonaerenses sería Sergio Dinardi, un entusiasta kirchnerista fanático de San Lorenzo que ingresó a la política como un importante aportante de campaña. Algo le habrán visto que La Cámpora de Areco lo invitó a liderar la lista a concejales en 2019.
Y quizás algo no habrá gustado tanto que para renovar su banca lo pusieron, el año pasado, en el puesto número 5. Quedó afuera. Como a la hora de vender achuras, a Dinardi lo persigue la suerte: a los pocos días de la elección, un concejal electo renunció y así pudo conservar su banca. Click caja.
En la ciudad de apenas 15.000 habitantes señalan que Dinardi se mueve como la mano derecha del Intendente Villagrán. Es el mayor de cuatro hermanos. El que lo sigue, Mariano, también se dedica al rubro cárnico: es dueño de Dinardi S.A, uno de los frigoríficos más importantes de este sector del Norte del GBA. Los Dinardi no nacieron ni se criaron en Areco, sino en San Andrés de Giles (a 39 km de distancia), donde Mariano tiene su compañía que ocupa más de media manzana.
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El negocio del Sergio Dinardi se llama «La Central» y está en Sarmiento 777. Según consta en el gobierno provincial, a fines de 2019 ya había sido sancionadopor funcionar sin la habilitación provincial. Incluso le clausuraron un sector del local. En mayo del 2020, después de otra inspección, el concejal dijo que ya había empezado con los trámites para sacar los permisos que fija la ley, pero para marzo de 2021 no lo había logrado: una nueva acta indica que seguía funcionando flojo de papeles.
En Areco todos resaltan lo generosos que suelen ser los hermanos Dinardi con la política. No con toda la política, sino que sus donaciones auxilian al gobierno local de La Cámpora, no sólo para promover actividades en la ciudad sino también para incursionar en otros partidos vecinos.
El escarmiento público que La Cámpora organizó el lunes en contra de Kicillof tuvo una respuesta casi inmediata que generó cierta zozobra. La cara adusta de Cristina lo decía todo: no le gustó nada. Andrés «Cuervo» Larroque olió que el desplante era una especie de zancadilla en el encono personal que Máximo tiene con el gobernador. «Máximo, te pido por favor que ubiques a este pibe», levantó la voz Larroque.
«Lo pensaron para lastimar a Axel. Fue un golpe bajo y estúpido que responde más a un berrinche de centro de estudiantes que a un planteo de dirigentes con muchos años manejando demasiado poder y dinero. Con razón viven fracasando», dijo ante Clarín un alto integrante peronista del Gabinete provincial.
En el círculo íntimo de Kicillof no cayó nada bien el tackle «desubicado y a traición» que le armó La Cámpora. Incluso, ante este diario, al menos dos intendentes del GBA que estaban presentes y se paran en el lado de la balanza de Máximo, reconocieron que fue «un disparate» el planteo del intendente de Carmen de Areco.
«Se quejó porque el Gobierno hace lo que tiene que hacer que es inspeccionar a las empresas para que cumplan con la ley. Y encima lo plantea como si su concejal empresario debería tener algún tipo de privilegio por ser de La Cámpora«, reflexionó un jefe de la Primera Sección del GBA.
Nadie sabe bien si Máximo heredó de su padre la inclinación de frentear a los demás. Quizás Daniel Scioli tenga algo que decir. Fue él quién soportó un regaño público de Néstor Kirchner cuando le dijo en un acto que identifique quién le ataba las manos. Kicillof parece haber aprendido algo del despreció al que la pareja presidencial sometió al hoy funcionario libertario. Mientras a Scioli no lo defendía ni el DT de La Ñata, el actual gobernador se rodeó de intendentes y dirigentes con cierto peso que lo defienden y presentan batalla ante los ataques de La Cámpora. Jorge Ferraresi y el propio Larroque son las caras más visibles.
Para muchos de quienes creen conocerlo bien y hasta sienten aprecio por él, Máximo nunca terminó de madurar. Opinan que con casi 50 años, Máximo cree que para diferenciarse tiene que disfrazarse de lo que no es. Sueña con ser reconocido como un simple pibe de barrio que vive como los demás pibes de barrio. «Sobreactúa y cada vez es más dificil creerle», indica el mismo intendente peronista.